«Así fue como Keawe cortejó a
Kokua. Las cosas habían ido muy deprisa, pero también va deprisa una flecha, y
aún más veloz la bala de un fusil, y ambas dan en el blanco. Las cosas habían
ido muy rápido, pero también habían llegado lejos, y la muchacha no dejaba de
pensar en Keawe. Oía su voz en las olas que rompían contra la lava, y por aquel
joven al que sólo había visto dos veces hubiera dejado a su padre, a su madre y
sus islas naturales.»
Robert Louis Stevenson
El diablo de la botella
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