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10 de enero de 2023

Octubre, octubre

«¡Qué rostro brutal! mi corazón revienta desprecio, ni siquiera odio, rezuma desprecio verde todo mi cuerpo, náusea ante esos esclavos, ignorantes del orden, borregos pastoreados con el cuento de la patria, los valores sacrosantos, miro aquel busto gris con apariencia humana, ¡cómo asoma el desdén a mis ojos!, ¡qué agresivamente!, tan insultante que el bulto palidece, se siente desnudado, sin sus insignias grotescas, para salvar su propia estimación sólo halla su mecánica respuesta, levanta la mano y me la aplasta en la mejilla, mi cabeza contra la tubería de gres, vacilo un momento, tras el chasquido estalla fuego bajo mi piel, oigo cerrarse una ventana, el guardia escupe otro insulto, en mi mejilla el ardor crece, por dentro de la boca me mana un hilillo cálido y espeso, se hincha mi labio inferior aplastado contra los dientes, trago de vez en cuando mi propia sangre, procurando que el objeto gris no lo note, no darle esa satisfacción, el sabor me recuerda las torturas infantiles del dentista, pero ahora se aviva mi desprecio, me lleno de superioridad, la vivo como una borrachera, porque yo sé y ellos no, ninguno, yo sé que el mundo es una trampa, los ideales una farsa, todos son espejismos, la opresión y la revolución juegos de principiantes, callejones sin salida, saber eso me agiganta, por eso el bulto gris se rinde a mi mirada, ha de volverme la espalda como si quisiera hablar con los suyos, incluso simula que les habla, pero es reconocer mi victoria, mi superioridad, mi potencia.»
 
José Luis Sampedro
Octubre, octubre

10 de enero de 2022

Octubre, octubre

«Buena regla para el espíritu: cada cinco años nueva casa; cada diez, nuevo lugar; cada veinte, nueva tarea. Y siempre lo sencillo; de capital a pueblo, de rico a pobre, de ingeniero a pastor.
 
Me encuentro ahora con (y en) el futuro y el pasado. Acaso lo mismo: eterno retorno. Soy quien nunca fui; también quien ya fue.»
 
José Luis Sampedro
Octubre, octubre

 

1 de marzo de 2012

Los mongoles en Bagdad

“Una segunda e ineludible pregunta puede plantearse así: si el objetivo supremo es acabar con el terrorismo y si, como es evidente, los bombarderos y misiles resultan inútiles para lograrlo, ¿cómo es posible que los ciudadanos acepten mansamente la restricción de sus libertades y los sacrificios humanos y económicos impuestos por una guerra?”

José Luis Sampedro
Los mongoles en Bagdad

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