3 de marzo de 2024

El vizconde demediado

«Tras las batallas, el hospital de campaña ofrecía un panorama aún más atroz que las propias batallas. En el suelo había una larga fila de camillas con los desventurados, y a su alrededor se ajetreaban los doctores, arrancándose de la mano pinzas, sierras, agujas, miembros amputados y ovillos de bramante. Muerto por muerto, hacían de todo para que cada cadáver volviera a la vida. Sierra por aquí, cose por allá, tapona conductos, volvían las venas como guantes y las colocaban otra vez en su sitio, con más bramante que sangre por dentro pero remendadas y cerradas. Cuando un paciente moría, todo lo que tenía servible valía para recomponer los miembros de otro, y así sucesivamente. Lo que más se enmarañaba eran los intestinos; una vez desenrollados, ya no se sabía como volverlos a colocar.
 
Al levantar la sábana, el cuerpo del vizconde apareció horriblemente mutilado. Le faltaba un brazo y una pierna, y no sólo eso, sino que todo lo que era tórax y abdomen entre el brazo y la pierna había desaparecido, pulverizado por aquel cañonazo recibido de lleno. De la cabeza quedaban un ojo, una oreja, una mejilla, media nariz, media boca, media barbilla y media frente; la otra mitad de la cabeza era pura papilla. Por resumir, se había salvado sólo la mitad, la parte derecha, que por lo demás estaba perfectamente conservada, sin un rasguño, salvo el enorme desgarrón que la había separado de la parte izquierda hecha migas.
 
Los médicos, encantados. —¡Huy, qué bonito caso!— Si no moría en el trance, podían intentar incluso salvarlo. Y le rodearon, mientras los pobres soldados con una flecha en un brazo morían de septicemia. Cosieron, colocaron, pegaron; quién sabe lo que hicieron. El caso es que al día siguiente mi tío abrió el único ojo, la media boca, dilató la nariz y respiró. La fuerte fibra de los Terralba había resistido. Ahora estaba vivo y partido por la mitad.»
 
Italo Calvino
El vizconde demediado

2 de marzo de 2024

Lady L.

«En Armand Denis había, además, un profundo odio ideológico hacia la música, la poesía y el arte en general, en primer lugar porque no se dirigía más que a las élites y, en segundo lugar, porque toda búsqueda de la belleza le parecía un insulto al pueblo, en tanto que no se integraba dentro de un esfuerzo general por cambiar su situación.»
 
Romain Gary
Lady L.

6 de febrero de 2024

Pastoral americana

«Cuando era pequeña solía decirle que era una solitaria, y él nunca imaginó de dónde había sacado esa palabra. Solitaria. Una palabra muy triste oída a una niña de dos años. Pero ella había aprendido a decir muchas cosas demasiado pronto, al principio había hablado de una manera tan fácil, tan inteligente… tal vez era ésa la causa del tartamudeo, todas esas palabras que conocía misteriosamente antes de que otros niños supiera pronunciar sus nombres, la sobrecarga emocional de un vocabulario que incluso incluía la expresión “soy una solitaria”.»
 
Philip Roth
Pastoral americana

1 de mayo de 2023

La maravillosa vida breve de Óscar Wao

«Esa noche Beli navegó en un gran océano de soledad, zarandeada por chubascos de desesperación, y una de las veces que se quedó dormida, soñó que había muerto de verdad y para siempre y que ella y su hijo compartían un ataúd. Cuando al fin despertó, ya era noche y, afuera, en la calle se desplegaba un grado de pena como nunca antes había conocido, una cacofonía de lamentos que parecía haber sido arrancada del alma resquebrajada de la propia humanidad. Como una canción fúnebre para el planeta entero.
 
Mamá, jadeó, mamá.
 
¡Mamá!
 
Tranquilízate, muchacha.
 
Mamá, ¿eso es por mí? ¿Me estoy muriendo? Dime, mamá.
 
Ay, hija, no seas ridícula. La Inca puso las manos, como guiones torpes, alrededor de la muchacha. Bajó la boca a su oído: Es Trujillo.
 
Lo mataron a balazos, susurró, la misma noche que habían secuestrado a Beli.
 
Nadie sabe nada todavía. Salvo que está muerto.»
 
Junot Díaz
La maravillosa vida breve de Óscar Wao

26 de abril de 2023

Plomo en los bolsillos

«Jacques Anquetil, el campeón preciso, no ganaba carreras: las resolvía. Interpretaba las vueltas como si fueran un problema matemático y sopesaba todas las variables. Estudiaba el recorrido de las etapas, memorizaba los tramos peligrosos, analizaba las características de sus rivales, preveía las circunstancias en las que podían tenderle emboscadas, estimaba las alianzas naturales y los enfrentamientos directos que podía traer la carrera, establecía las funciones exactas de sus gregarios para el ataque y la defensa, preveía cuántos minutos ganaría en las contrarrelojes y así calculaba los minutos que podía perder en las montañas. Y casi siempre ganaba. Fue el primer ciclista en conquistar cinco Tours de Francia. Pero ganaba con tanta exactitud y tan aparente facilidad que muchos aficionados franceses le silbaban y abucheaban desde la cuneta. “¿Por qué me silban a mí y no a mis rivales, que no han corrido lo suficiente?”, se preguntaba Anquetil. Le silbaban por sus victorias tan medidas, sin derroches, sin escapadas grandiosas ni arrebatos de pasión. Le silbaban también porque era un figurín rubio de ojos claros, seductor de bailarinas de teatro y de la mujer de su médico ―tras su muerte se supo que incluso había tenido una hija con su propia hijastra―, le silbaban porque se daba grandes banquetes de marisco y vino blanco. Y le silbaban, sobre todo, porque siempre ganaba a Raymond Poulidor.
 
Poulidor, hijo de campesinos pobres, era el favorito de los franceses. Porque en el Tour siempre estaba a punto de ganarlo todo y nunca ganaba nada. Porque era un personaje oscuro, cerril, que se moría sobre la bicicleta para perseguir una victoria gloriosa, pero la desgracia le enviaba siempre un pinchazo, una caída o incluso un motorista que lo arrollaba. El dramático Poulidor pasó quince años rondando el triunfo final del Tour: entre 1962 y 1976, subió al podio de París ocho veces ―tres segundos puestos y cinco terceros― pero no vistió el maillot amarillo ni una sola jornada. Le cerraron el camino las grandes figuras de ambas décadas (Anquetil y Merckx), pero también otros ciclistas menos brillantes que sin embargo tuvieron una ocasión, al que nunca disfrutó Poulidor, para concentrar en un año toda su suerte y su fuerza, y así conquistar un Tour (Gimondi, Aimar, Pingeon, Thévenet, Van Impe). El público se decantó por Poulidor, el héroe maldito, y despreció a Anquetil, el héroe bendecido por los dioses.»
 
Ander Izagirre
Plomo en los bolsillos

25 de abril de 2023

Demonios familiares

«De nuevo las ramas del abedul se agitaron, y me estremecí, aunque no sabía bien por qué, si por lo que estaba recordando, por la mirada cada vez más viva de Madre, o por el viento caliente que hacía temblar las hojas. Aquella ventanita tenía un batiente medio desprendido, y en los días de viento golpeaba contra la pared. Eran las noches en que crujían las maderas como lamentándose por haber sido arrancadas del bosque. Las noches en que mi padre se despertaba gritando, porque creía oír a un niño llorar. Pero el único niño que lloraba era mi padre, aunque todos en la casa, menos él, lo supiéramos.»
 
Ana María Matute
Demonios familiares

24 de abril de 2023

El recuerdo

«—Siguiente, por favor…
 
Los observaba y solo podía sentir asco. Ganas de vomitar. Eran como hámsteres, mascotas sumisas corriendo dentro de la rueda capitalista, creyendo que avanzaban cuando en realidad permanecían inmóviles, atados por esa cuerda invisible que los reprimía, que los esclavizaba, sin que fueran conscientes.»
 
Paco Cuesta Martínez
El recuerdo
 

22 de abril de 2023

Todos deberíamos ser feministas

«Nuestra sociedad enseña a las mujeres solteras de cierta edad a considerar su soltería un profundo fracaso personal.
 
En cambio, un hombre de cierta edad que no se ha casado es porque todavía no ha elegido.»
 
Chimamanda Ngozi Adichie
Todos deberíamos ser feministas

21 de abril de 2023

La cabaña del tío Tom

«Absorta completamente en el estudio de dos o tres nuevos padecimientos de que se creía víctima, María Saint-Clare ni aun había advertido la debilidad progresiva de la niña, pues creía que nadie había sufrido nunca ni podría sufrir tanto como ella, por lo cual rechazaba indignada cualquier alusión a otros padecimientos que no fueran los suyos. En semejante caso estaba segura de que el único motivo de las enfermedades de los demás era su pereza y falta de energía, añadiendo que si se tuviera la más leve idea de su continuo padecer entonces se notaría la diferencia.»
 
Harriet Beecher Stowe
La cabaña del tío Tom

20 de abril de 2023

Un paseo para recordar

«Tenía leucemia. Lo sabía desde el verano.
 
Cuando me lo dijo, me quedé blanco. Un puñado de imágenes atravesó mi mente a gran velocidad. Fue como si, en ese breve instante, el tiempo se hubiera detenido de repente, y comprendí todo lo que había pasado entre nosotros. Entendí por qué ella me había pedido que aceptara el papel de Thornton en la obra de teatro; comprendí por qué, después de que acabáramos la función, Hegbert le había susurrado al oído, con lágrimas en los ojos, que ella era su ángel; comprendí por qué Hegbert tenía un aspecto tan cansado últimamente, y por qué parecía incómodo con la idea de que yo pasara todos los días por su casa a ver a Jamie. De repente, todas las piezas encajaban en el rompecabezas.
 
Por qué ella quería que aquella Navidad fuera especial en el orfanato…
 
Por qué me había regalado la Biblia…
 
Todo tenía sentido y, al mismo tiempo, nada parecía tener sentido.
 
Jamie Sullivan tenía leucemia…
 
Jamie, la dulce Jamie, se estaba muriendo…
 
Mi Jamie…»
 
Nicholas Sparks
Un paseo para recordar

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