Mostrando entradas con la etiqueta Knut Hamsun. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Knut Hamsun. Mostrar todas las entradas

7 de octubre de 2021

Pan

«El barón habló de mi accidente, de mi desgraciado disparo. ¿Estaba ya curado? ¿De verdad? Se alegraba de ello.
 
¿Quién le ha hablado de mi accidente?, pensé, y le pregunté:
 
¿Quién le ha hablado al señor barón de mi accidente?
 
A ver… ¿quién fue? La señorita Mack, creo. ¿No fue así, señorita Mack?
 
Edvarda se puso al rojo vivo.
 
Al llegar allí me sentía desamparado, durante días, una oscura desesperación me había abatido, pero al oír las últimas palabras pronunciadas por el forastero, me subió instantáneamente por dentro una sensación de felicidad. No miré a Edvarda, pero pensé: Gracias por haber hablado de mí, por haber mencionado mi nombre con tu lengua aunque para ti no signifique nada en absoluto. Buenas noches.»
 
Knut Hamsun
Pan
 

30 de enero de 2015

Hambre

«"¡Dios sabe –pensé- si todo esto me servirá para buscar una colocación!" Estas múltiples repulsas, estas vagas promesas, estos “no” secos, estas esperanzas tan pronto nacidas como desvanecidas, estas nuevas tentativas que a cada instante se convertían en nada, habían consumido mi animosidad. Últimamente había solicitado una plaza de auxiliar de caja, pero llegué tarde; por otra parte, no podía prestar la fianza de cincuenta coronas. Siempre encontraba algún obstáculo. También me había presentado en el cuerpo de bomberos. Estábamos en el patio unos cincuenta hombres, sacando el pecho para dar una impresión de fuerza y de gran intrepidez. Un inspector examinaba a los pretendientes, les tentaba los brazos y les hacía preguntas. Pasó ante mí completamente erguido y se contentó con decirme, moviendo la cabeza, que quedaba rechazado a causa de mis gafas. Me presenté por segunda vez, sin gafas, tenía los párpados fruncidos, los ojos agudos como cuchillos, y nuevamente pasó el hombre completamente erguido ante mí, sonriendo…, debió reconocerme. Lo peor de todo era que mi traje estaba tan deteriorado que ya no podía presentarme en ningún sitio de forma conveniente.

¡Con qué regularidad, con qué movimiento uniforme, había bajado la pendiente! Me hallaba privado absolutamente de todo, ni siquiera me quedaba un peine, ni un libro que leer cuando la vida se me hacía triste.»

Knut Hamsun
Hambre

21 de agosto de 2012

Hambre

«Abrí los ojos. ¡Para qué tenerlos cerrados si no podía dormir! Las mismas tinieblas reinaban en torno a mí, la misma insondable y negra eternidad contra la cual se revolvía mi imaginación, sin poder concebirla. ¿A qué podía compararla? Hice los esfuerzos más desesperados por encontrar una palabra que fuese bastante negra, que pudiera ennegrecerme la boca cuando la pronunciara. ¡Dios mío! ¡Qué negrura! Me distraje pensando en el puerto, en los buques, en los monstruos negros que me esperaban. Iban a aspirarme, a engullirme, a retenerme cautivo y a navegar, llevándome a través de mares y de tierras, a través de reinos sombríos que ningún hombre había visto.»

Knut Hamsun
Hambre

Ilustración de Tang Yau Hoong. 

5 de abril de 2012

Hambre


«Comenzaba a oscurecer, cada vez estaba más abatido, me oprimía la fatiga y me recosté en la cama. Para calentarme las manos pasaba los dedos por mi cabello, a lo largo, a lo ancho, de través. Cogía pequeños mechones, pelos arrancados que se me quedaban entre los dedos e inundaban la almohada. No pensaba en ello precisamente en aquel momento, como si no se tratara de mí; por lo demás, tenía cabellos de sobra. Intenté nuevamente sacudir el extraño sopor, que se filtraba en todos mis miembros como una bruma; se senté de nuevo en la cama, me golpeé con la mano las rodillas, tosí todo lo fuerte que me permitía el pecho, y caí de nuevo en la cama. No podía hacer nada; me extinguía sin remedio, con los ojos abiertos, completamente fijos en el techo. Por último, metí el dedo índice en la boca, y comencé a chuparlo. Algo comenzó a moverse en mi cerebro, una idea que se abría camino allá dentro, una invención completamente de loco; ¡eh!, ¿y si mordiera? Y sin reflexionar, cerré los ojos y apreté los dientes.

Di un salto. Por fin estaba despierto. De mi dedo goteaba un poco de sangre y la chupé. No me molestaba. Además, la herida no tenía importancia; pero de repente había vuelto sobre mí; movía la cabeza; fui a la ventana a buscar un trapo que ponerme en la herida. Mientras me ocupaba de esto, mis ojos se llenaron de agua y lloré en silencio. El esquelético dedo mordido tenía un aspecto muy lamentable. ¡A qué situación había llegado, Dios del cielo!»

Knut Hamsun
Hambre

Vistas de página en total

Con la tecnología de Blogger.
emerge © , All Rights Reserved. BLOG DESIGN BY Sadaf F K.