«Aquí hay una carta
que escribió mi hermano el día antes de morir. Aquí un sombrero antiguo. Estas
plumas… nunca llegué a usarlas. No, no hay sitio. ¿Cómo podremos vivir sin
nuestras vidas? ¿Cómo sabremos que somos nosotros si no tenemos pasado? No.
Déjalo. Quémalo.
Sentadas miraron las
cosas y se las grabaron a fuego en la memoria. ¿Cómo será no saber qué tierra
hay tras la puerta? ¿Cómo será despertar por la noche y saber…, saber que el
sauce no está allí?, ¿puedes vivir sin el sauce? No, no puedes. El sauce eres tú.
El dolor de ese colchón…, ese dolor espantoso…, eso eres tú.
Y los niños… Si Sam se
lleva el arco indio y el palo largo yo me tengo que llevar dos cosas. Escojo el
almohadón de plumas. Es mío.
De pronto estaban
nerviosos. Hemos de irnos ya, rápidamente. No podemos esperar. Y amontonaron
sus bienes en los patios y les prendieron fuego. En pie contemplaron cómo
ardían, y luego cargaron frenéticos los coches y se marcharon, entre el polvo.
El polvo permaneció suspendido en el aire mucho después de que los vehículos
hubiesen pasado.»
John Steinbeck
Las uvas de la ira
Las uvas de la ira