«-Entonces, ¿con la señorita Temple eres
buena?
-Sí, de manera pasiva. No me esfuerzo, sino
que sigo mis inclinaciones. La bondad de ese tipo no tiene mérito.
-Sí que tiene mérito. Eres buena con los que
son buenos contigo. Yo no aspiro a más. Si la gente fuera siempre bondadosa y
obediente con los crueles e injustos, los malos se saldrían siempre con la suya.
Nunca tendrían miedo, por lo que nunca cambiarían, sino que serían cada vez
peores. Cuando nos pegan sin motivo, debemos devolver con creces el golpe,
estoy segura, para asegurarnos de que no nos vuelvan a pegar.
-Espero que cambies de opinión al hacerte
mayor. De momento, eres una niña sin preparación.
-Pero lo siento así, Helen. No debo querer a
los que insistan en no quererme a mí, por mucho que intente agradarles. Debo
resistirme a los que me castigan injustamente. Es tan natural como querer a los
que me muestran afecto, o someterme al castigo que considero merecido.
-Esa doctrina es la de los paganos y las
tribus salvajes, pero los cristianos y las naciones civilizadas la repudian.
-¿Cómo? No entiendo.
-No es la violencia lo que vence el odio, ni
la venganza lo que cura mejor la injusticia.
-Entonces, ¿qué es?
-Lee el Nuevo Testamento y fíjate en lo que
dice Jesucristo y en cómo actúa. Haz de sus palabras tu norma y de su conducta
tu ejemplo.
-¿Qué dice?
-Ama a tus enemigos; bendice a los que te
maldigan; haz el bien a los que te odien y traten mal.
-Entonces tendría que amar a la señora Reed,
lo que no puedo hacer, y tendría que bendecir a su hijo John, lo que es
imposible.»
Charlotte Brontë
Jane
Eyre
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