22 de mayo de 2011

La soledad de los números primos


“Ah, Mattia… De nuevo pensaba en él, era como otra de sus enfermedades, de la que en realidad no deseaba curarse. Se puede enfermar de recuerdos, y ella enfermó con el de aquella tarde en el coche frente al parque, cuando le tapó con un beso la visión de aquel horror.

Por mucho que hacía memoria de todos los años vividos con Fabio, no recordaba ni un momento que le encogiese tanto el corazón, que se representase con los mismos vívidos colores, que reviviese con el mismo estremecimiento en la piel, en la raíz del pelo, entre las piernas. Hubo, verdad es, un momento intenso, cierto día que fueron a cenar a casa de Riccardo y su mujer; recordaba que rieron y bebieron mucho, y que luego, ayudando a Alessandra a lavar los platos, un vaso se le rompió entre las manos y se cortó la yema del pulgar; soltó el vaso y profirió un quejido, no muy fuerte, apenas un susurro, pero Fabio lo oyó y acudió en su ayuda: la llevó a la luz, le examinó el dedo y, para restañar la herida, se inclinó y la chupó; chupó su sangre como si hubiera sido propia, mientras con el dedo en la boca alzaba hacia ella los ojos, aquellos ojos transparentes cuya mirada no sabía sostener. Y entonces, apretándole el dedo herido, la besó en la boca, y ella sintió el sabor de su propia sangre en la saliva de él, y se imaginó que circulaba por todo el cuerpo de su marido y volvía a ella limpia, como en una diálisis.

Recordaba, sí, aquel momento, pero había olvidado muchos otros, porque el recuerdo de las personas que no amamos es superficial y se evapora pronto.”


Paolo Giordano
La soledad de los números primos

Imagen: Maggie Taylor. 

15 de mayo de 2011

La familia de Pascual Duarte


“Yo, señor, no soy malo, aunque no me faltarían motivos para serlo. Los mismos cueros tenemos todos los mortales al nacer y sin embargo, cuando vamos creciendo, el destino se complace en variarnos como si fuésemos de cera y en destinarnos por sendas diferentes al mismo fin: la muerte. Hay hombres a quienes se les ordena marchar por el camino de las flores, y hombres a quienes se les manda tirar por el camino de los cardos y de las chumberas. Aquéllos gozan de un mirar sereno y al aroma de su felicidad sonríen con la cara del inocente; estos otros sufren del sol violento de la llanura y arrugan el ceño como las alimañas por defenderse. Hay mucha diferencia entre adornarse las carnes con arrebol y colonia, y hacerlo con tatuajes que después nadie ha de borrar ya."


Camilo José Cela
 
La familia de Pascual Duarte

10 de mayo de 2011

Las inquietudes de Shanti Andía

“No sé qué influencia deprimente tiene en mí la mañana, que es como una matadora de ilusiones; todo lo que me parece fácil y asequible de noche se me figura erizado de dificultades al amanecer.”


Pío Baroja
Las inquietudes de Shanti Andía

9 de mayo de 2011

Isabel

Isabel se ha matado. Dejó cartas absurdas
con recomendaciones y sarcasmos estúpidos.
Lo consiguió por fin, y me alegro por ella:
sufría demasiado. En la autopsia el forense
desmenuzó su cuerpo y encontró dentelladas
cerca del corazón y a la altura del pubis.
No hay luz en la buhardilla de Zurbano. El silencio
pasea su victoria sobre las papelinas
ocultas en el libro de Arcimboldo, y la muerte
ha llenado la casa de paz y goteras;
sigue abierto un tebeo de Conan por la página
en que matan a Bélit, y otro de Gwendoline
con manchas de carmín en las dulces heridas.
Isabel ha dejado de molestar. Sus ojos
ya no arrojan al mar residuos radiactivos


Luis Alberto de Cuenca
La caja de plata

Imagen: Van Dogen

8 de mayo de 2011

No digas que fue un sueño


“Con paso lento salió a la terraza. A sus pies Alejandría ya no se presentaba como la encrucijada de pasiones que consiguió enardecer la violenta pasión del amante perdido. La Alejandría de los grandes amores, con su sexualidad tumultuosa, sus aromas exóticos, sus lances misteriosos en esquinas turbulentas, quedaba para los viajeros romanos, ansiosos de pintoresquismo. Para ella, la ciudad recobraba las ambiciones que Alejandro cobijó al fundarla. ¡Cuna de la civilización! Crisol del pensamiento. Ágora de las letras. Luz de la ciencia. La Alejandría capaz de dirigir los destinos del mundo.

Y entonces Cleopatra recobró el temple de las mujeres de su raza, las mujeres famosas de una dinastía basada en la locura. Las Arsinoes, las Berenices, las Cleopatras… Reinas ácigas, reinas fatales, sí, pero también reinas rotundas. Mujeres que supieron ir más allá de la vida. Humilladas tal vez. Vejadas a menudo. Pero jamás vencidas.

Levantó el puño hacia la ciudad y la hizo suya. Dirigió la mirada hacia el mar. El viento agitó su cabellera a modo de estandarte y se llevó sus palabras hacia Roma:

-¡Cuando llegue el olvido, Marco Antonio! ¡Cuando llegue el olvido!”


Terenci Moix
No digas que fue un sueño

6 de mayo de 2011

Como agua para chocolate

«¡Si pudiera volver un solo momento a aquella época para traerse de regreso un poco de la alegría de esos instantes y poder preparar la rosca de Reyes con el mismo entusiasmo que entonces! Si pudiera comerla más tarde con sus hermanas como en los viejos tiempos, entre chanzas y bromas, cuando aún no tenían que disputarse Rosaura y ella el amor de un hombre, como cuando ella aún ignoraba que le estaba negado el matrimonio en esta vida, como cuando Gertrudis no sabía que huiría de la casa y trabajaría en un burdel, como cuando al sacarse el muñeco de la rosca se tenía la esperanza de que lo que se deseara se cumpliría milagrosamente al pie de la letra. La vida le había enseñado que la cosa no era tan fácil, que son pocos los que pasándose de listos logran realizar sus deseos a costa de lo que sea, y que obtener el derecho de determinar su propia vida le iba a costar más trabajo del que se imaginaba. Esta lucha la tendría que dar sola, y esto le pesaba.»

Laura Esquivel
Como agua para chocolate

3 de mayo de 2011

Nubosidad variable


“Querida Sofía:

A pesar de los años que hace que no te escribo una carta, no he olvidado el ritual a que siempre nos ateníamos. Lo primero de todo, ponerse en postura cómoda y elegir un rincón grato, ya sea local cerrado o al aire libre. Luego, dar noticia un poco detallada de ese lugar, igual que se describe previamente el escenario donde va a desarrollarse un texto teatral, es de día, en primer término sofá, por el lateral derecha puerta que da al jardín, lo que sea, para que el destinatario de la carta se oriente y pueda meterse en situación desde el principio. Son pautas que sugeriste tú –lo recordarás-, como marcabas, casi sin que se diera uno cuenta, las reglas de todos los juegos.

Pues bueno, ya me he puesto cómoda, y además he descorchado una botella de champán francés que tenía en la nevera desde Navidades. Con taponazo hasta el techo. Ha habido motivo, y no pequeño. Si supieras el milagro que es para mí volver a tener ganas de escribir una carta no de negocios, no de reproches, no de consejos, no para resolver nada. Una carta porque sí, sin tener de antemano el borrador en la cabeza, porque te sale del alma, porque te apetece muchísimo. Me había olvidado. Es lo más urgente del mundo, pero también lo menos obligatorio. De eso que dices, bueno, son las once y tengo toda la noche por delante, salga el sol por donde quiera, no voy a mirar la agenda de mañana y que se hunda el mundo, yo a lo mío, y te la pena de la gente que está cenando en restaurantes de cinco tenedores o se ha sentado a mirar la televisión o a eternizarse hablando por teléfono.”

[…]

“Ya vendrás a verme algún día, espero. Aunque mejor no proyectar nada. De momento, a lo escrito se contesta por escrito. Era otra de tus reglas de oro, y lo debe de seguir siendo, porque no me mandas el teléfono. Claro que yo podría buscarlo, y de hecho lo he buscado mirando en la guía de calles. Mi primer impulso ha sido llamarte para decirte que vinieras, luego me he dado cuenta de que no, de que aún puede ser quebradizo el suelo que pisamos. Esta cautela previa de lo epistolar me parece saludable. Queda mucho hielo que romper.”

Carmen Martín Gaite
Nubosidad variable

2 de mayo de 2011

I Know It's Over

Oh mother, I can feel the soil falling over my head
And as I climb into an empty bed
Oh well, enough said
I know it's over still I cling
I don't know where else I can go, mother

Oh mother, I can feel the soil falling over my head
See, the sea wants to take me
The knife wants to slit me
Do you think you can help me?

Sad veiled bride, please be happy
Handsome groom, give her room
Loud, loutish lover, treat her kindly
Though she needs you more than she loves you

And I know it's over
Still I cling
I don't know where else I can go
It's over, it's over, it's over

I know it's over
And it never really began
But in my heart it was so real
And you even spoke to me and said:

"If you're so funny
Then why are you on your own tonight?
And if you're so clever
Then why are you on your own tonight?
If you're so very entertaining
Then why are you on your own tonight?
If you're so very good looking
Why do you sleep alone tonight?
I know because tonight is just like any other night
That's why you're on your own tonight
With your triumphs and your charms
While they are in each other's arms"

It's so easy to laugh
It's so easy to hate
It takes strength to be gentle and kind
It's over, over, over

It's so easy to laugh
It's so easy to hate
It takes guts to be gentle and kind
It's over, over, over

Love is natural and real
But not for you, my love
Not tonight my love
Love is natural and real
But not for such as you and I, my love

Oh Mother, I can feel the soil falling over my head
Oh Mother, I can feel the soil falling over my head
Oh Mother, I can feel the soil falling over my head
Oh Mother, I can feel the soil falling over my head
Oh Mother, I can feel the soil falling over my head


Letra de Morrisey; Música The Smiths

1 de mayo de 2011

La señora Dalloway


«¡Amor y religión!, pensó Clarissa, mientras volvía al salón, sintiendo un hormigueo por todo el cuerpo. ¡Qué cosas tan odiosas, tan terriblemente odiosas! Porque ahora que ya no tenía delante el cuerpo de la señorita Kilman, su idea de ella la abrumaba. El amor y la religión eran las cosas más crueles del mundo, pensó, cuando se las ve torpes, acaloradas, dominantes, hipócritas, indiscretas, celosas, infinitamente crueles y sin escrúpulos, recubiertas por un impermeable, en el descansillo. ¿Había tratado ella alguna vez de convertir a alguien? ¿Acaso no quería que todos fueran, sencillamente, ellos mismos? Y vio por la ventana cómo la anciana señora de enfrente subía las escaleras. Que suba las escaleras si es eso lo que quiere hacer; que se detenga; y luego que llegue a su dormitorio, como Clarissa se lo había visto hacer muchas veces, corra las cortinas y desaparezca de nuevo por el fondo. Por alguna razón, aquella sucesión de actos le inspiraba respeto: la anciana mirando por la ventana, sin saber en absoluto que alguien la contemplaba. Había algo solemne en ello, pero el amor y al religión destruirían aquella intimidad del alma, fuera lo que fuese. La odiosa Kilman lo destruiría. Y, sin embargo, al verlo sentía deseos de llorar.

El amor también destruía. Todo lo que era delicado, todo lo que era auténtico desaparecía.»

Virginia Woolf
La señora Dalloway

Ilustración de Charlotte Harding

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