7 de abril de 2023

El rey Lear

«LEAR
Te lo ruego, hija mía, no me vuelvas loco.
No pienso molestarte, hija. Adiós.
Ya nunca nos veremos, ni nos encontraremos.
Pero eres mi carne, mi sangre, mi hija,
o más bien infección de mi carne
que por fuerza es mía. Eres un tumor,
una llaga que supura, una úlcera inflamada
en mi sangre corrompida. Mas no pienso reñirte.
Venga el oprobio cuando quiera: yo no lo invoco.
No le pido al dios del trueno que fulmine,
ni te acuso ante Júpiter, el juez supremo.
Enmiéndate cuando puedas y a tu conveniencia.
Soy paciente; puedo vivir con Regan,
yo y mis cien caballeros.
 
REGAN
No exactamente. Yo no os esperaba,
ni estoy preparada para una digna acogida.
Señor, atended a mi hermana: quienes vean
vuestros arranques con frialdad, por fuerza
convendrán en que sois viejo, así que…
Ella sabe lo que hace.
 
LEAR
¿Es cierto lo que oigo?
 
REGAN
Muy cierto, señor. ¡Cincuenta caballeros!
¿No os bastan? ¿Para qué más,
o para qué tantos, cuando el gasto y el peligro
rechazan tan alto número? En una casa,
¿cómo puede vivir en armonía
tanta gente con dos amos?
Es difícil, casi imposible.
 
GONERIL
¿Por qué, mi señor, no pueden serviros
los que son sus criados o los míos?
 
REGAN
¿Por qué no, señor? Si os desatienden,
podemos reñirles. Como ahora veo el riesgo,
si venís conmigo, os pido que traigáis
nada más que veinticinco; a ninguno más
daré posada ni admisión.
 
LEAR
Yo os lo di todo.
 
REGAN
Y en buena hora.
 
LEAR
Os hice mis delegadas, mis depositarias,
reservándome el derecho a cierto número
de seguidores. ¿He de ir a tu casa
con veinticinco? Regan, ¿es eso lo que dices?
 
REGAN
Y lo repito, señor: conmigo ni uno más.
 
LEAR
Los seres perversos parecen hermosos
al lado de otros más perversos: no ser lo peor
también tiene mérito. — [A GONERIL] Voy contigo:
tus cincuenta son dos veces veinticinco
y tu amor dobla al suyo.
 
GONERIL
Oídme, señor. ¿Son necesarios
veinticinco, diez o cinco en una casa
en que el doble está a vuestro servicio?
 
REGAN
¿Es necesario uno?
 
LEAR
¡No discutáis lo necesario! Hasta el más pobre
posee algo superfluo. Si no dais a la naturaleza
más de lo necesario, la vida humana vale
menos que la de la bestia. Tú eres una dama:
si abrigarse fuera ir engalanado,
no te harían falta esas galas que llevas
y apenas te abrigan. Respecto a necesidad,
¡dadme, cielos, la paciencia necesaria!
Aquí me veis, dioses: un pobre anciano,
cargado de años y penas, mísero en ambos.
Si sois vosotros los que indisponéis
a estas hijas con su padre, no hagáis de mí
el necio que todo lo soporta mansamente;
infundidme noble cólera y no dejéis
que esas armas de mujer, las lágrimas,
deshonren mi hombría. No, brujas desalmadas;
tomaré tal venganza de vosotras
que el mundo entero… Lo haré… No sé aún
qué va a ser, mas será el terror de la tierra.
Creéis que lloraré. No, no voy a llorar.
Me sobran motivos;
 
Fragor de tormenta
 
pero este corazón saltará en mil pedazos
antes que yo llore. — ¡Ah, bufón, voy a enloquecer!—»
 
 
William Shakespeare
El rey Lear

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