10 de abril de 2023

Aurora roja (La lucha por la vida)

«Cuando Lafargue, el yerno de Karl Marx, vino a España a pactar con Pi y Margall la formación del partido socialista obrero, Pi le contestó que la mayoría de los españoles que habían seguido la marcha de la Internacional estaban del lado de Bakunin. Y era verdad. Vino la Restauración y se trató de arrancar violentamente esta semilla revolucionaria. Ya con la Mano Negra, que no era más que un comienzo de asociación obrera, el Gobierno cometió un sinfín de atropellos y quiso ver en ella una cuestión de bandolerismo… Pasados bastantes años, vienen los sucesos de Jerez, se demuestra que Busiqui y el Lebrijano, que eran dos bárbaros que no se habían distinguido como anarquistas, ni como nada, habían asesinado a dos personas en una noche de alboroto, y se les agarrota; pero, al mismo tiempo que a ellos, se agarrota a Lamela y a Zarzuela, que eran anarquistas, pero que no tenían participación alguna en los asesinatos. Se les mató porque eran propaganditas de la idea. El uno era corresponsal de
El Productor, y el otro, de La Anarquía; los dos incapaces de matar a nadie, los dos inteligentes; por eso, más peligrosos para el Gobierno, cuyo fin era exterminar a los anarquistas. Pasan años y Pallás comete, para vengar a los de Jerez, el atentado de la Gran Vía. Fusilan a Pallás, y Salvador echa la bomba desde el quinto piso del Liceo. Se prende a una porción de anarquistas, y cuando iban a condenar a Archs, Codina, Cerezuela, Sabat y Sogas, como culpables, encuentran a Salvador, el autor del atentado. Entonces, viendo que esos cinco anarquistas se les escapaban de entre las manos, ¿qué hace el Gobierno? Manda abrir nuevamente el proceso de Pallás, y, como cómplices, fusila a los cinco. Agarrotan a Salvador, y luego viene una cosa estupenda: la bomba de la calle de Cambios Nuevos, que cae desde una ventana, al final de una procesión. No la echan cuando pasan los curas ni el obispo, ni cuando pasa la tropa, ni cuando pasa la burguesía: la echan entre la gente del pueblo. ¿Quién la arrojó? No se sabe; pero seguramente no fueron los anarquistas; si alguien tenía interés entonces en extremar la violencia, era el Gobierno, eran los reaccionarios, y yo pondría las manos en el fuego apostando a que el que cometió aquel crimen tenía relación con la policía. Se consideró el atentado como un ataque a la fuerza armada; se proclamó el estado de sitio en Barcelona y se hizo un copo de todos los elementos radicales, que fueron a parar a Montjuich. Se fusiló a Molas, Alsina, Ascheri, Nogués y Más. De éstos, todos, menos Ascheri, eran inocentes. Después viene Miguel Angiolillo —concluyó diciendo el Libertario—, que había leído en los periódicos franceses lo que estaba pasando en Montjuich; oye a Enrique Rochefort y al doctor Betances, que achacaban la culpa de todo lo ocurrido a Cánovas, de quien decían horrores; llega a Madrid, aquí habla con algunos compañeros, le confirman lo dicho por los periódicos franceses; va a Santa Águeda, y mata a Cánovas…. Esta ha sido la obra del Gobierno y la réplica de los anarquistas.»
 
Pío Baroja
Aurora roja (La lucha por la vida)

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