«NUMERIANO.-(Cae desfallecido sobre un banco.) ¡Ay, Dios mío! Bueno; yo hace
quince días que no duermo, ni como, ni vivo… ¡Y yo que nunca he debido un
céntimo, me he hecho hasta tramposo!... Porque entre los dos perros y el marco,
que lo estoy pagando a plazos, se me va la mitad del sueldo. ¡Qué cuadrito!...
Don Gonzalo le llama la mancha, pero
quiá. Es muchísimo más grande. La Mancha y la Alcarria, todo junto. ¡No le he
puesto más que un listón alrededor y me ha subido a veinticinco duros!... ¡Ay!,
yo estoy enfermo, no me cabe duda. Tengo dolor de cabeza, inquietud, espasmos
nerviosos; porque además de todo eso, esa mujer me tiene loco. Es de una
exaltación, de una vehemencia y de una fealdad que consternan. Y luego tiene
unas indirectas… Ayer me preguntó si yo había leído una novela que se titula El primer beso, y yo no la he leído;
pero aunque me la supiera de memoria… ¡Esas bromitas, no! Y para colmo, habla
con un léxico tan empalagoso, que para estar a su altura me veo negro. Aquí me
he venido huyendo de ella… Aquí, siquiera por unos momentos, estoy libre de esa
visión horrenda, de esa visión…
FLORA.-(Apartando el ramaje del fondo de la fuente, asoma su cara risueña y
dice melodiosamente.) ¡Nume!
NUMERIANO.-(Levantándose de un salto tremendo. Aparte.) ¡Cuerno!... ¡La visión!
FLORA.-Adorado Nume.
NUMERIANO.-(Con desaliento.) ¡Florita!
FLORA.-(Saliendo, lo mira.) ¡Pero cuán pálido!
NUMERIANO.-(Desfallecido.) Si me sangran, no me sacan un coágulo.
FLORA.-Pues yo, errabunda, hace un
rato que de un lado para otro del parterre vago en tu busca. ¿Y tú, amor mío?
NUMERIANO.-¡Yo vago también; pero
más vago que tú, me había sentado un instante a delectarme en la contemplación
de la noche serena y estrellada!...»
Carlos Arniches
La señorita de Trevélez
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