—No es más que una espada —dijo
con determinación.
Pero sí que era algo más.
Aguja era Robb, Bran, Rickon, su madre
y su padre, hasta Sansa. Aguja era
los muros grises de Invernalia y las risas de sus habitantes. Aguja era las nieves de verano, los
cuentos de la Vieja Tata, el árbol corazón con sus hojas rojas y su rostro
aterrador, el cálido olor a tierra de los jardines de cristal, el sonido del
viento del norte contra los postigos de su habitación. Aguja era la sonrisa de Jon Nieve.
“Me revolvía el pelo y me llamaba
hermanita”, recordó, y de repente se le llenaron los ojos de lágrimas.»
George R. R. Martin
Festín de cuervos
No hay comentarios:
Publicar un comentario