“Pero por mucho que Adler haya hecho su
fortuna a base de basura, polvo, inmundicia o, para no salirse de su
terminología, a base de mierda, el caso es que, por lo que respecta a su propia
persona, es de lo más meticuloso en cuanto a limpieza y aseo. Experimenta un
miedo histérico a tocar la suciedad de este mundo. Sus obreros-esclavos son
para él la casta de los impuros, de los intocables, le dan asco y quisiera
mantenerse a la mayor distancia posible de ellos. Y cuando van a su casa una y
otra vez para reclamarle sus salarios, la indignación que siempre le sobreviene
no obedece sólo al aligeramiento financiero que le amenaza, sino a la
confrontación y proximidad directas –que le provocan exactamente el mismo
espanto- con el sudor, la suciedad y la miseria, no obstante el hecho de que
cada uno de los reclamantes acude siempre limpio y correctamente vestido a
exponer sus peticiones. La única excepción fui siempre yo (Alí). Por lo general
me presentaba en su pulcro barrio residencial –y lo hacía de modo totalmente
deliberado- vestido con mis sucias, grasientas y embarradas ropas de trabajo, y
allí me quedaba plantado sobre el felpudo, ante sus horrorizados ojos, como
imagen de carne y hueso de lo que es un currante mugriento y andrajoso por
causa del trabajo.”
Günter Wallraff
Cabeza de turco
No hay comentarios:
Publicar un comentario