15 de diciembre de 2013

Cabeza de turco




“Pero por mucho que Adler haya hecho su fortuna a base de basura, polvo, inmundicia o, para no salirse de su terminología, a base de mierda, el caso es que, por lo que respecta a su propia persona, es de lo más meticuloso en cuanto a limpieza y aseo. Experimenta un miedo histérico a tocar la suciedad de este mundo. Sus obreros-esclavos son para él la casta de los impuros, de los intocables, le dan asco y quisiera mantenerse a la mayor distancia posible de ellos. Y cuando van a su casa una y otra vez para reclamarle sus salarios, la indignación que siempre le sobreviene no obedece sólo al aligeramiento financiero que le amenaza, sino a la confrontación y proximidad directas –que le provocan exactamente el mismo espanto- con el sudor, la suciedad y la miseria, no obstante el hecho de que cada uno de los reclamantes acude siempre limpio y correctamente vestido a exponer sus peticiones. La única excepción fui siempre yo (Alí). Por lo general me presentaba en su pulcro barrio residencial –y lo hacía de modo totalmente deliberado- vestido con mis sucias, grasientas y embarradas ropas de trabajo, y allí me quedaba plantado sobre el felpudo, ante sus horrorizados ojos, como imagen de carne y hueso de lo que es un currante mugriento y andrajoso por causa del trabajo.”

Günter Wallraff
Cabeza de turco

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