«Y sin embargo —pensé—, yo mismo
he sido en otra época este hombre del que me burlo, este joven ridículo e
ignorante. Él es todavía, de alguna manera, yo mismo. Durante estos largos años
he vivido, he visto, he adivinado, he pensado y él ha permanecido aquí, en
soledad, intacto, perfectamente igual a ese que era yo el día que dejé estos
lugares. Ahora mi yo presente desprecia a mi yo pasado; y sin embargo en este
tiempo yo creía, más que hoy todavía, ser el hombre superior, el ser alto y
noble, el sabio universal, el genio expectante. Y recuerdo que entonces
despreciaba a mi yo pasado, mi pequeño yo de niño ignorante y sin refinamiento
todavía. Ahora deprecio a aquel que despreciaba. Y todos estos menospreciadores
y menospreciados han tenido el mismo nombre, han habitado el mismo cuerpo, se
presentaron ante los hombres como un solo ser vivo. Después de mi yo presente,
se formará otro que juzgará a mi alma de hoy tal como yo juzgo hoy a la de
ayer. ¿Quién tendrá piedad de mí si yo no la tengo para mí mismo?»
Giovanni Papini
El espejo que huye
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