“La mayor revelación que he tenido en mi vida
comenzó con la contemplación de la puerta batiente de unos urinarios. He
observado que la realidad tiende a manifestarse así, insensata, inconcebible y
paradójica, de manera que a menudo de lo grosero nace lo sublime; del horror,
la belleza, y de lo trascendental, la idiotez más completa. Y así, cuando aquel
día mi vida cambió para siempre yo no estaba estudiando la analítica
trascendental de Kant, ni descubriendo en un laboratorio la curación del sida,
ni cerrando una gigantesca compra de acciones en la Bolsa de Tokio, sino que
simplemente miraba con ojos distraídos la puerta color crema de un vulgar
retrete de caballeros situado en el aeropuerto de Barajas.”
Rosa Montero
La
hija del Caníbal
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