«Las frases que en
cualquier otra vivienda podrían ser: “El pájaro se ha escapado de la jaula,
¡cierra aprisa la ventana!”, en la nuestra era: “¡Por Dios, cierra la ventana,
que la cacatúa –o el cuervo, el maki, el capuchino— quiere entrar!”. La
aplicación más genial del “efecto inverso de las alambradas” fue experimentada
por mi esposa cuando nuestro hijo mayor era todavía muy pequeño. Precisamente
entonces teníamos algunos animales grandes, que podrían ser peligrosos:
cuervos, dos grandes cacatúas de moño amarillo, dos makis mongoz y un mono
capuchino, a los que –en especial a los cuervos- no era prudente dejar solos
con el niño. Como solución más práctica, mi mujer improvisó una gran jaula en
el jardín y metió en ella… el cochecito de nuestro hijo.»
Konrad Lorenz
Hablaba con las bestias,
los peces y los pájaros
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