Este señor desvaído parece
una figura de un museo de cera;
mira a través de los visillos rotos:
qué vale más, ¿el oro o la belleza?,
¿vale más el arroyo que se mueve
o la chépica fija a la ribera?
A lo lejos se oye una campana
que abre una herida más, o que la cierra:
¿Es más real el agua de la fuente
o la muchacha que se mira en ella?
No se sabe, la gente se lo pasa
construyendo castillos en la arena:
¿Es superior el vaso transparente
a la mano del hombre que lo crea?
Se respira una atmósfera cansada
de ceniza, de humo, de tristeza:
Lo que se vio una vez ya no se vuelve
a ver igual, dicen las hojas secas.
Hora del té, tostadas, margarina.
Todo envuelto en una especie de niebla.
una figura de un museo de cera;
mira a través de los visillos rotos:
qué vale más, ¿el oro o la belleza?,
¿vale más el arroyo que se mueve
o la chépica fija a la ribera?
A lo lejos se oye una campana
que abre una herida más, o que la cierra:
¿Es más real el agua de la fuente
o la muchacha que se mira en ella?
No se sabe, la gente se lo pasa
construyendo castillos en la arena:
¿Es superior el vaso transparente
a la mano del hombre que lo crea?
Se respira una atmósfera cansada
de ceniza, de humo, de tristeza:
Lo que se vio una vez ya no se vuelve
a ver igual, dicen las hojas secas.
Hora del té, tostadas, margarina.
Todo envuelto en una especie de niebla.
Nicanor Parra
Poemas y antipoemas
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