25 de abril de 2011

Rebecca

“Anoche soñé que volvía a Manderley. Me encontraba ante la verja, pero no podía entrar porque el camino estaba cerrado. Entonces, como todos los que sueñan, me sentí poseía por un poder sobrenatural y atravesé como un espíritu la barrera que se alzaba ante mí. El camino iba serpenteando, retorcido y tortuoso como siempre, pero a medida que avanzaba me di cuenta del cambio que se había operado. La naturaleza había vuelto a lo que fue suyo y poco a poco se había posesionado del camino con sus tenaces dedos.

El pobre hilillo que había sido nuestro camino avanzaba y, finalmente, allí estaba Manderley. Manderley reservado y silencioso. El tiempo no había podido desfigurar la perfecta simetría de sus muros.

La luz de la luna puede jugar con la imaginación; de pronto, me pareció ver luz en las ventanas, pero una nube cubrió de repente la luna y se detuvo un instante como una mano sombría escondiendo un rostro. La ilusión se fue con ella, las luces de las ventanas se extinguieron. Veía un caserón desolado sin que el menor murmullo del pasado tocara sus imponentes muros.

Nunca podremos volver a Manderley, esto es seguro, pero algunas veces en mis sueños vuelvo allí, a los extraños días de mi vida que para mí empezaron en el sur de Francia.”


En boca de Joan Fontaine, inicio de la película Rebecca de Alfred Hitchcock. Basada en la novela de Daphne du Maurier, adaptación de Philip MacDonald y Michael Hogan, guión de Robert E. Sherwood y Joan Harrison

2 comentarios:

Joel Barish dijo...

"¿Te gustan los gatos? - me preguntó.
-Sí -dije-. Me encantan. Cuando era pequeño, siempre había gatos en casa. Jugaba con ellos. Incluso dormía con ellos.
-¡Qué bien! Yo, de pequeña, me moría por tener un gato. Pero jamás me dejaron. Mi madre los odia. En toda mi vida, hasta ahora, jamás he conseguido tener lo que deseaba de corazón. ¡Ni una sola vez! Cuesta de creer, ¿no te parece? Tú no puedes entender qué vida es esa, seguro. Cuando uno se acostumbra a no conseguir nunca lo que desea, ¿sabes qué pasa? Que acaba por no saber incluso lo que quiere.
Le tomé la mano.
-Tal vez haya sido así hasta ahora. Pero ya no eres una niña, tienes derecho a escoger tu propia vida. Si quieres un gato, elige una vida donde puedas tenerlo. Es muy simple. Tienes todo el derecho. ¿No te parece?
-Si."

Haruki Murakami.
Crónica del pájaro que da cuerda al mundo.

Helluo Librorum dijo...

Murakami y los gatos: una historia de amor eterna.

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