5 de junio de 2010

Yerma

YERMA - ¡María! ¿Por qué pasas tan de prisa por mi puerta?
MARÍA – Cuando voy con el niño lo hago... ¡Como siempre lloras!
Y – Tienes razón.
M – Me da tristeza que tengas envidia.
Y – No es envidia lo que tengo; es pobreza.
M – No te quejes.
Y - ¡Cómo no me voy a quejar cuando te veo a ti y a las otras mujeres llenas por dentro de flores, y viéndome yo inútil en medio de tanta hermosura!
M – Pero tienes otras cosas. Si me oyeras, podrías ser feliz.
Y – La mujer de campo que no da hijos es inútil como un manojo de espinos, y hasta mala, a pesar de que yo sea de este desecho dejado de la mano de Dios. Tómalo, contigo está más a gusto. Yo no debo tener manos de madre.
M - ¡Por qué dices esto!
Y – Porque estoy harta. Porque estoy harta de tenerlas y no poderlas usar en cosa propia. Que estoy ofendida, ofendida y rebajada hasta lo último, viendo que los trigos apuntan, que las fuentes no cesan de dar agua y que paren las ovejas cientos de corderos, y las perras, y que parece que todo el campo puesto de pie me enseña sus crías tiernas, adormiladas, mientras yo siento los golpes de martillo aquí, en lugar de la boca de mi niño.


Federico García Lorca
Yerma

2 comentarios:

Erika Alvarez Cuervo dijo...

que duro no poder ser madre si eso es lo que quieres... :(
siento no poder pasarme mas por aqui, pero esque voy fatal con los examenes!!
un beso guapa!

Helluo Librorum dijo...

no te preocupes! pero que sepas que me encanta que te pases por aquí!

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