«Allí va Isak
atravesando el campo. Sembrando. Un coloso, un tronco. Va vestido con la lana
que le proporcionan sus rebaños, y calza zapatos de la piel de sus propios
terneros y vacas. Conforme al uso piadoso, va con la cabeza descubierta
mientras siembra. Es calvo en la parte superior del cráneo, pero una corona que
forman sus cabellos y su barba encuadra su cabeza. Es Isak, el margrave.
Rara vez sabía la
fecha exacta en que vivía. ¿Para qué? Holgaba el acordarse de plazos ni
apremios. En su calendario había unas cruces que señalaban cuando había de
parir una vaca. Sabía que para san Olaf, en el otoño, convenía haber entrado el
heno; sabía cuando tenía lugar, por primavera, la feria de ganados; y que tres
semanas después el oso salía de su cueva; y que la semilla había de estar ya en
la tierra. Sabía lo indispensable.
Es campesino de las
tierras solitarias hasta la medula y agricultor de pies a cabeza. Un resucitado
de tiempos remotos que señala hacia el futuro, un hombre de los primeros
tiempos de la agricultura, un labriego de novecientos años de edad y, pese a
ello, el hombre del día.»
Knut Hamsun
Bendición de la tierra
Bendición de la tierra

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