26 de febrero de 2022

Plomo en los bolsillos

«En una escapada a través de los Alpes, los dos italianos acababan de eliminar a todos los rivales ―Kübler, Robic, Ockers, Geminiani― y se jugaban entre ellos la victoria final del Tour. Bartali, sofocado y jadeante, resistía a duras penas el ritmo de Coppi. Antes de llegar a la Casse Déserte, Il Campionissimo aceleró la marcha para quedarse solo, y entonces escuchó la súplica de Bartali.
 
―Fausto, espérame, por favor.
 
Coppi giró la cabeza con sorpresa.
 
―Tú mañana ganarás la etapa y te pondrás de amarillo ―le dijo Bartali―. En los próximos años conseguirás muchos más Tours. Yo hoy cumplo 35 años y ya no volveré a ganar nada: déjame esta etapa, Fausto.
 
Coppi aflojó la marcha. Marcó un ritmo cómodo para Bartali, cruzaron juntos la Casse Déserte, coronaron el Izoard y bajaron a relevos hasta la mesa de Briançon, donde Gino entró primero, recibió el maillot amarillo y le agradeció el favor a Fausto con un abrazo de oso. A pesar de sus quejas, el viejo Bartali aún tuvo cuerda para cuatro Tours más: ganó una etapa en 1950, terminó cuarto en la general de 1951 y 1952, y undécimo en 1953, ya con 39 años, dieciséis años después de su primera participación.
 
Al día siguiente del pacto del Izoard, tal y como Bartali había pronosticado, Coppi se fugó de nuevo, coronó cuatro puertos en primera posición y llegó el solitario a la meta de Aosta, en territorio italiano, donde fue recibido con la marcha triunfal de la ópera Aida, de Verdi, con una marea de pañuelos blancos y con el primer maillot amarillo de su vida.»
 
Ander Izagirre
Plomo en los bolsillos

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