—¿Cómo lo has sabido?
—¿A qué te refieres?
—Tiene un cine al aire libre. Lo lleva durante la noche después del
trabajo.
—Eso lo explica —dije.
—¡Pero es tan caballeroso!
—dijo ella.
—Mira, nena, no quiero herirte, pero…
—¿Pero qué?
—Mira, tú vienes de un pueblo pequeño. Yo he tenido más de 50
trabajos, quizás lleguen a 100. Nunca he estado mucho tiempo en ningún sitio.
Lo que estoy tratando de decirte es que hay un cierto juego que se practica en
las oficinas de toda América. La gente se aburre, no sabe qué hacer, así que
juegan al juego del romance de oficina. La mayoría de las veces no es otra cosa
que una forma de pasar el tiempo. Algunas veces se las arreglan para echar un
polvo o dos en un aparte. Pero incluso entonces, no es más que un pasatiempo,
como jugar a los bolos o ver la televisión o celebrar una fiesta de año nuevo.
Tienes que comprender que no significa nada y de esta forma no acabarán
hiriéndote. ¿Entiendes lo que digo?
—Creo que el señor Partisian es sincero.
—Vas a acabar pinchada con ese alfiler, nena, no olvides que te lo he
dicho. Cuidado con esos halagos, son más falsos que una perra gorda.»
Cartero
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