3 de octubre de 2016

Hotel Savoy

«Vivimos juntos, en mi habitación. Zwonimir duerme en el sofá.

No le ofrezco mi cama, porque en ella me encuentro muy cómodo y he estado mucho tiempo sin dormir en una cama. En mi casa paterna de Leopoldstadt, a veces faltaba comida, pero siempre hubo una cama mullida. En cambio Zwonimir se ha pasado la vida durmiendo en duros bancos “de madera de roble auténtica”, suele decir bromeando. No tolera el calor de la cama y tiene pesadillas si el lecho es demasiado blando.

Tiene una constitución sana, se acuesta tarde y se levanta con el viento matinal. Corre por su cuerpo sangre campesina; no lleva reloj y siempre sabe qué hora es; predice la lluvia y el sol, siente el olor de lejanos incendios y tiene presentimientos y sueños.

Una vez soñó que habían enterrado a su padre; se levantó y lloró, y yo no sabía qué hacer con aquel hombre fuerte que lloraba. Otra vez tiene la visión de que su vaca ha muerto. Me lo cuenta y parece indiferente. Nos pasamos el día andando; Zwonimir hace que los trabajadores de Neuner le informen de la situación, de quiénes llevan la huelga; da dinero a los niños y se pelea con las mujeres; les manda que saquen a sus maridos de la sala de espera. Yo admiro las facultades de Zwonimir. No domina la lengua del país, habla con la cara y las manos más que con la boca, pero todo el mundo le entiende a la perfección, porque habla con la sencillez de la gente del pueblo y blasfema en su lengua materna. Y aquí, una palabra fuerte la entiende cualquiera.»

Joseph Roth
Hotel Savoy

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