X
A FELIPE
RUIZ
¿Cuándo
será que pueda
libre
desta prisión volar al cielo,
Felipe,
y en la rueda,
que huye
más del suelo,
contemplar
la verdad pura sin duelo?
Allí a
mi vida junto,
en luz
resplandeciente convertido,
veré
distinto y junto
lo que
es y lo que ha sido,
y en su
principio propio y ascondido.
Entonces
veré cómo
la
soberana mano echó el cimiento
tan a
nivel y a plomo,
dó
estable y firme asiento
posee el
pesadísimo elemento.
Veré las
inmortales
colunas,
do la tierra está fundada;
las
lindes y señales,
con que
a la mar hinchada
la
Providencia tiene aprisionada;
por qué
tiembla la tierra;
por qué
las hondas mares se embravecen,
dó sale
a mover guerra
el
cierzo, y por qué crecen
las
aguas del océano y descrecen;
de dó
manan las fuentes;
quién
ceba y quién bastece de los ríos
las
perpetuas corrientes;
de los
helados fríos
veré las
causas, y de los estíos;
las
soberanas aguas
del aire
en la región quién las sostiene;
de los
rayos las fraguas;
dó los
tesoros tiene
de nieve
Dios, y el trueno dónde viene.
¿No ves
cuando acontece
turbarse
el aire todo en el verano?
El día
se enegrece,
sopla el
gallego insano
y sube
hasta el cielo el polvo vano;
y entre
las nubes mueve
su carro
Dios ligero y reluciente;
horrible
son conmueve,
relumbra
fuego ardiente,
treme la
tierra, humíllase la gente;
la
lluvia baña el techo;
invían
largos ríos los collados;
su
trabajo deshecho,
los
campos anegados
miran
los labradores espantados.
Y de
allí levantado,
como los
naturales;
las
causas de los hados, las señales.
Quién
rige las estrellas
veré, y
quién las enciende con hermosas
y
eficaces centellas;
por qué
están las dos Osas
de
bañarse en la mar siempre medrosas.
Veré
este fuego eterno,
fuente
de vida y luz, dó se mantiene
y por
qué en el ivierno
tan
presuroso viene;
quién en
las noches largas le detiene.
Veré sin
movimiento
en la
más alta esfera las moradas
del gozo
y del contento,
de oro y
luz labradas,
de
espíritus dichosos habitadas.
Fray
Luis de León
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