3 de enero de 2015

Pequeño teatro

«Kepa hubiera querido acercarse a ella, preguntarle cosas. “¿Por qué miras el retrato de tu madre?” Kepa, tal vez, hubiese querido decir muchas cosas. “Yo no sé qué es lo que buscas. Tal vez tu madre hubiera entendido a tu pobre, a tu solitario corazón. A veces, Zazu, tengo miedo. Tengo remordimientos. A veces, pienso que no he sido bueno para ti.”

Inesperadamente Zazu se acercó a él y le abrazó. Sus caricias eran casi siempre intempestivas y le sobresaltaban. Sintió los brazos de su hija, unos brazos duros y nerviosos, que le apretaban el cuello, haciéndole daño. Kepa los apartó de sí, con un pequeño gruñido.

—Haces daño, haces daño. Ni siquiera sabes…

Zazu se sorprendió, pensando. “Si fuese Marco… Si fuese él, le apretaría más, mucho más. Si fuese posible, si supiese que nadie iba a saberlo nunca, yo le apretaría la garganta y lo mataría. Bien cierto es que lo deseo. Bien cierto es que deseo su muerte más que nada en el mundo”. Zazu tuvo miedo, de nuevo. “Para que deje de perseguirme. Para no acordarme de él. Para no pensar dónde estará, qué hará, qué dirá. Para no esperar inútilmente su llegada, hora tras hora.” Zazu se estremeció. No era posible todo esto. “Marco, Marco.”»

Ana María Matute
Pequeño teatro

No hay comentarios:

Vistas de página en total

Con la tecnología de Blogger.
emerge © , All Rights Reserved. BLOG DESIGN BY Sadaf F K.