«19.00 Llevo cuatro
horas caminando. No sé dónde estoy y las piernas no me sostienen. La ciudad es
enorme; el gentío, constante; el ruido, mucho. Me extraña no encontrar los
monumentos habituales, como el Cenotafio de la Beata Madre Pilar, que podrían
servirme de referencia. He parado a un peatón que parecía poseer un nivel de
mansedumbre alto y le he preguntado dónde podría encontrar a una persona extraviada.
Me ha preguntado qué edad tenía esa persona. Al contestarle que seis mil
quinientos trece años, me ha sugerido que la buscara en El Corte Inglés. Lo
peor es tener que respirar este aire inficionado de partículas suculentas. Es
sabido que en algunas zonas urbanas la densidad del aire es tal que sus
habitantes lo introducen en fundas y lo exportan bajo la denominación de morcillas. Tengo los ojos irritados, la
nariz obstruida, la boca seca. ¡Cuánto mejor se está en Sardanyola!
20.30 Con la puesta
de sol las condiciones atmosféricas habrían mejorado bastante si a los seres
humanos no se les hubiera ocurrido encender las farolas. Parece ser que ellos
las necesitan para poder seguir en la calle, porque los seres humanos, no
obstante ser la mayoría de fisonomía ruda y hasta abiertamente fea, no pueden
vivir sin verse los unos a los otros. También los coches han encendido sus
faros y se agreden con ellos. Temperatura, 17 grados centígrados; humedad
relativa, 62 por ciento; vientos flojos del sudoeste; estado de la mar,
rizada.»
Eduardo Mendoza
Sin noticias de Gurb
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