“Ánimo, y no dudes que saldrás vencedor en
todos los combates; entre mil apenas hallarás una que te resista; las que
conceden y las que niegan se regocijan lo mismo al ser rogadas, y dado que te
equivoques, la repulsa no te traerá ningún peligro. ¿Mas cómo te has de engañar
teniendo las nuevas voluptuosidades tantos atractivos? Los bienes ajenos nos
parecen mayores que los propios; las espigas son siempre más fértiles en los
sembrados que no nos pertenecen y el rebaño del vecino se multiplica con
portentosa fecundidad. Ante todo haz por conocer a la criada de la joven que
intentas seducir, para que te facilite el primer acceso, y averigua si obtiene
la confianza de su señora y es la confidente de sus secretos placeres;
inclínala en tu favor con las promesas y ablándala con los ruegos; como ella
quiera, conseguirás fácilmente tus deseos. Que ella escoja el momento, los
médicos suelen también aprovecharlo, en que el ánimo de su señora, libre de
cuitas, esté mejor dispuesto a rendirse; el más favorable a tu pretensión será
aquel en que todo le sonría y le parezca tan bello como la áurea mies en los
fértiles campos. Si el pecho está alborozado y no lo oprime el dolor, tiende a
dilatarse y Venus lo señorea hasta el fondo.”
Ovidio
El arte de amar
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