«Él le dice que ésa es la última pieza que va a tocar la orquesta, que ya es hora de quitarse el antifaz. Ella le dice que no, la noche debe terminar sin que él sepa quién es ella, y sin que ella sepa quién es él. Porque nunca más se volverán a ver, ése ha sido el encuentro perfecto de un baile de carnaval y nada más. Él insiste y se saca el antifaz, es divino el tipo, y le repite que ha estado toda su vida esperándola y ahora no la va a dejar escapar. Y le mira a ella un anillo solitario fabuloso que tiene, y le pregunta si eso significa algo, un compromiso sentimental. Ella contesta que sí, y le pide que la espere afuera en el coche de él, mientras ella va al tocador a empolvarse y rehacerse el maquillaje. Es el minuto fatal, porque él sale y la espera y la espera y ella nunca más aparece. Bueno, la acción pasa a la capital de México, y se ve que el muchacho trabaja como reportero en un gran diario de la tarde. ¡Ah!, porque me olvidé decirte que mientras bailan ella dice que esa pieza es preciosa, y qué lástima que no tenga letra, y ahí él le dice que es medio poeta. Y entonces está él una tarde ahí en la redacción del diario, que es un bochinche bárbaro de gente que entra y sale, cuando ve que están preparando un artículo bastante escandaloso, con muchas fotos, sobre una actriz y cantante que hace un tiempo se ha retirado, y que vive protegida por un poderosísimo hombre de negocios, un magnate temidísimo, medio mafioso, pero del que no dan el nombre. Y al ver las fotos el muchacho se queda pensando, esa mujer hermosísima, que empezó su carrera en teatros de revistas y que después se volvió estrella dramática de gran éxito, pero por muy poco tiempo, por que se retiró, bueno, esa mujer le resulta conocidísima, y cuando le ve en una foto la mano tomando champagne con un solitario rarísimo, ya no le queda duda de quién es.»
Manuel Puig
El beso de la mujer araña
No hay comentarios:
Publicar un comentario