“Tomé, pues, el partido de mostrarle más amor para conseguir mi intento más fácilmente; pero él lo ha tomado seriamente; y desde entonces me excede por sus tiernos requiebros. Noto sobre todo la insultante confianza que se toma conmigo, y la seguridad con que me mira, como si hubiera de ser siempre para él. Estoy verdaderamente humillada. ¡Cree que yo valgo poco, si piensa que él vale bastante para fijarme! ¿No me decía últimamente que yo no hubiera amado nunca a otro sino a él? ¡Oh! Al oír esto tuve necesidad de toda mi prudencia, para no desengañarle inmediatamente, diciéndole la verdad; he aquí ciertamente un impertinente señor, que pretende tener un derecho exclusivo. No puedo negar que es bien hecho y bien parecido; pero en resumen no es más que un bracero del amor. En fin, ha llegado el momento de separarnos.
Hace ya quince días que estoy haciendo ensayos, y empleo alternativamente la frialdad, el capricho, el mal humor y las quejas; pero el tenaz caballero ni aun por ésas se retira. Es necesario, pues, tomar un partido más violento; y al intento le llevo conmigo al campo. Salimos pasado mañana. No irán con nosotros más que algunas personas desinteresadas y poco perspicaces, y tendremos allí tanta libertad como si estuviéramos solos. Le manifestaré tanto cariño, le haré tales caricias, y viviremos tan bien unidos, que apuesto que deseará más que yo que se acabe este viaje, que cree muy feliz; y si no vuelve más fastidiado de mí, que yo lo estoy de él, consiento en que vmd. diga que sabe tanto como yo.”
Pierre Choderlos de Laclos
Las amistades peligrosas
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