20 de diciembre de 2010

La señora Dalloway

«Tenía una idea perfectamente clara de lo que quería. Sus emociones eran siempre superficiales. Interiormente era muy sagaz: mucho mejor juez de las personas que Sally, por ejemplo y, con todo ello, sumamente femenina; con ese don extraordinario, ese don tan femenino de crear su propio mundo donde quiera que estuviese. Podía entrar en una habitación o, como le había visto hacer a menudo, detenerse en un umbral con mucha gente a su alrededor, pero siempre era de Clarissa de quien uno se acordaba. No porque fuese deslumbrante, ni tampoco hermosa; no había nada llamativo en ella; no decía nada especialmente inteligente; pero estaba allí, sin embargo; estaba allí.»

Virginia Woolf
La señora Dalloway

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