9 de noviembre de 2010

Cómo acabar de una vez por todas con la cultura

“Después de la invasión de los aliados, a Hitler el cabello se le quedó seco y desordenado. Esto se debió en parte al éxito de los aliados y en parte a los consejos de Goebbels, quien le dijo que se lo lavara cada día. Cuando esto llegó a oídos del general Guderian, este regresó al acto del frente ruso y le dijo al Führer que no debía ponerse champú en el pelo más de tres veces por semana. Este era el procedimiento que había seguido el Estado Mayor con gran éxito en las dos guerras anteriores. Hitler pasó una vez más por encima de los generales y continuó con el lavado diario. Bormann ayudaba a Hitler a secárselo y siempre parecía estar presente con un peine en la mano. Al final Hitler empezó a depender de Bormann y, antes de mirarse al espejo, siempre hacía que Bormann se mirase primero. A medida que las fuerzas aliadas avanzaban hacia el este, el estado del pelo de Hitler empeoraba. Con el pelo seco y descuidado, Hitler soñaba durante horas seguidas en el corte de pelo y el afeitado que se haría el día en que Alemania ganase la guerra; se haría incluso, quizá, lustrar los zapatos. Ahora me doy cuenta de que nunca tuvo la intención de hacerlo.”

Woody Allen
Cómo acabar de una vez por todas con la cultura

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