14 de octubre de 2010

Kafka en la orilla

“—Lo que usted está haciendo, en definitiva, es eludir la cuestión empleando argumentos vacíos para no tener que asumir la responsabilidad que le toca. En realidad, lo que está usted llevando a cabo no es más que un pobre intento de autojustificación. Usted es un patético ejemplo histórico de macho falócrata.

—Patético ejemplo histórico —repite Ôshima impresionado. Por el tono de su voz, parece que le gusta bastante cómo suena la frase.
—Es decir, que usted es el típico macho machista —dice la alta, incapaz de contener la ira.
—Macho machista —repite de nuevo Ôshima.

La baja, ignorándolo, prosigue:

—Usted esgrime pretextos machistas baratos formulados para seguir manteniendo inalteradas sus prerrogativas sociales, rebaja usted a la mujer como género a una ciudadanía de segunda categoría y pretende despojar a las mujeres de sus derechos legítimos. Quizá su postura sea más inconsciente que deliberada, pero este hecho, a mi parecer, agrava todavía más su delito. Usted quiere preservar sus privilegios como macho a costa del sufrimiento de la mujer. Y esta falta de conciencia inflige un perjuicio indecible tanto a la mujer como a la sociedad en su conjunto. El tema de los lavabos y de la catalogación de las fichas no es más que un pequeño detalle, por supuesto. Pero donde no existen los detalles no existe el todo. Y empezar por los detalles es la única forma posible de erradicar de esta sociedad la falta de conciencia que la lastra. Éste es nuestro principio de actuación.
—Y así es como siente cualquier mujer bien nacida —añade la otra con semblante inexpresivo.
—«¿Cualquier mujer bien nacida no actuaría así, al comprobar las desgracias paternas, las que compruebo yo de día y de noche que se acrecientan más que menguan?.» —dijo Ôshima.

Las dos, una junto a la otra, permanecen mudas como un iceberg.

—“Electra”, de Sófocles. Una obra maravillosa. La he releído muchas veces. A propósito, la palabra “género” es, ante todo, un término gramatical. Para expresar la diferencia física entre hombres y mujeres, creo que sería más exacta la palabra “sexo”. En este caso, se hace un uso erróneo de la palabra “género”. Son unos pequeños detalles lingüísticos, claro está. —A esto le sigue un silencio gélido—. Sea como sea, lo que dicen ustedes está equivocado de base —comenta Ôshima con un tono calmado pero tajante—. Yo no soy un patético ejemplo histórico de macho machista.
—¿Y podría explicarnos de una forma fácil de entender dónde reside esta equivocación de base? —pregunta la mujer baja con aire desafiante.
—Sin analogías ni alardes intelectuales, por favor —agrega la alta.
—De acuerdo. Voy a explicárselo de una manera sincera y fácil de entender, sin analogías ni alardes intelectuales —dice Ôshima.
—Se lo ruego —dice la alta.

Y la otra asiente con un conciso gesto afirmativo.

—Pues, en primer lugar, porque yo no soy un hombre —declara Ôshima.”

Haruki Murakami
Kafka en la orilla

2 comentarios:

Joel Barish dijo...

me encanta Murakami!! pedacho libro!

Helluo Librorum dijo...

Una locura de libro, sí.

¡Gracias por pasarte!

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