18 de agosto de 2010

El cartero de Neruda

"―Don Pablo, estoy enamorado.
―Eso ya lo dijiste. ¿Y yo en qué puedo servirte?
―Tiene que ayudarme.
―¡A mis años!
―Tiene que ayudarme, porque no sé qué decirle. La veo delante de mí y es como si estuviera mudo. No me sale una sola palabra.
―¡Cómo! ¿No has hablado con ella?
―Casi nada. Ayer me fui paseando por la playa como usted me dijo. Miré el mar mucho rato, y no se me ocurrió ninguna metáfora. Entonces, entré a la hostería y me compré una botella de vino. Bueno, fue ella la que me vendió la botella.
―Beatriz.
―Beatriz. Me la quedé mirando, y me enamoré de ella.

Neruda se rascó su plácida calvicie con el dorso del lápiz.

―Tan rápido.
―No, tan rápido no. Me la quedé mirando como diez minutos.
―¿Y ella?
―Y ella me dijo: “¿Qué miras, acaso tengo monos en la cara?”
―¿Y tú?
―A mí no se me ocurrió nada.
―¿Nada de nada? ¿No le dijiste ni una palabra?
―Tanto como nada de nada, no. Le dije cinco palabras.
―¿Cuáles?
―¿Cómo te llamas?
―¿Y ella?
―Ella me dijo “Beatriz González”.
―Le preguntaste “cómo te llamas”. Bueno eso hace tres palabras. ¿Cuáles fueron las otras dos?
―“Beatriz González”.
―Beatriz González.
―Ella me dijo “Beatriz González” y entonces yo repetí “Beatriz González”."

Antonio Skármeta
El cartero de Neruda

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