“¡Dios mío, qué asco da todo esto! —pensaba Zurita, el eterno estudiante, que había nacido para amarlo y admirarlo todo, y que se veía catedrático de cosas que ya no amaba, ni admiraba, ni creía.
«¡Todo extremo, todo insensatez! En los Ateneos, mozalbetes que reniegan de lo que no han estudiado, audaces lampiños que se burlan de la conciencia, de la libertad humana; que manifiestan un rencor personalísimo a Su Divina Majestad, como si fuesen quisquillas de familia… y ante el Gobierno, esos mismos jóvenes, ya creciditos, u otros parecidos, quemando incienso ante la ciencia trasnochada del programa oficial… ¡qué asco, señor, qué asco!
Ni aquello es ciencia todavía, ni esto es ciencia ya, y aquí y allá, ¡con qué valentía se predica todo! Es que los opositores y los ateneístas no son completamente honrados; no lo son… porque aseguran lo que no saben, sostienen lo que no sienten.»”
Leopoldo Alas, “Clarín”
Zurita
14 de mayo de 2010
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