12 de mayo de 2010

Las partículas elementales

“—No he tenido una vida feliz —dijo Annabelle—. Creo que le concedía demasiada importancia al amor. Me entregaba con demasiada facilidad, los hombres me dejaban tirada en cuanto conseguían lo que querían, y yo lo pasaba mal. Los hombres no hacen el amor porque estén enamorados, sino porque están excitados; me hicieron falta años para comprender un hecho tan obvio y tan simple. Toda la gente que me rodeaba vivía así, me movía en un medio liberado; pero no sentía el menor placer provocando o seduciendo. Hasta la sexualidad terminó asqueándome; ya no soportaba sus sonrisas de triunfo cuando me quitaba el vestido, sus caras de idiota cuando se corrían, y menos aún sus groserías una vez acabado el acto. Eran despreciables, pusilánimes y pretenciosos. Al final resulta penoso que te consideren ganado intercambiable, aunque a mí me considerasen una buena pieza por ser estéticamente irreprochable y se sintieran orgullosos de llevarme a un restaurante. Sólo una vez creía que la cosa iba en serio y me fui a vivir con un tipo. Era actor, tenía un físico interesante, pero no conseguía abrirse camino; y era sobre todo yo la que pagaba las facturas del apartamento. Vivimos dos años juntos, me quedé embarazada. Él me pidió que abortara. Lo hice, pero al volver del hospital supe que se había acabado todo. Me separé de él esa misma noche y me instalé durante cierto tiempo en un hotel. Tenía treinta años, era mi segundo aborto y estaba completamente harta. Era en 1988, todo el mundo empezaba a ser consciente de los peligros del sida; yo lo viví como una liberación. Me había acostado con docenas de hombres y ninguno merecía que lo recordase. Hoy pensamos que hay una época de la vida en la que uno sale y se divierte; después aparece la imagen de la muerte. Todos los hombres que he conocido tenían terror a envejecer, no paraban de pensar en su edad. Esa obsesión por la edad empieza muy pronto, la he visto en gente de veinticinco años, y luego no hace más que empeorar. Decidí parar, dejar el juego. Llevo una vida tranquila, sin alegría. Por las noches leo, me hago infusiones, bebidas calientes. Todos los fines de semana voy a casa de mis padres, paso mucho tiempo con mi sobrino y mis sobrinas. Cierto que necesito un hombre, que a veces tengo miedo de noche y que me cuesta trabajo dormirme. Están los tranquilizantes, los somníferos; pero eso no basta del todo. En realidad, me gustaría que la vida pasara muy deprisa.”

Michel Houellebecq
Las partículas elementales

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