«Tenía leucemia. Lo sabía desde el verano.
Cuando me lo dijo, me quedé blanco. Un puñado de
imágenes atravesó mi mente a gran velocidad. Fue como si, en ese breve
instante, el tiempo se hubiera detenido de repente, y comprendí todo lo que
había pasado entre nosotros. Entendí por qué ella me había pedido que aceptara
el papel de Thornton en la obra de teatro; comprendí por qué, después de que
acabáramos la función, Hegbert le había susurrado al oído, con lágrimas en los
ojos, que ella era su ángel; comprendí por qué Hegbert tenía un aspecto tan
cansado últimamente, y por qué parecía incómodo con la idea de que yo pasara
todos los días por su casa a ver a Jamie. De repente, todas las piezas
encajaban en el rompecabezas.
Por qué ella quería que aquella Navidad fuera
especial en el orfanato…
Por qué me había regalado la Biblia…
Todo tenía sentido y, al mismo tiempo, nada
parecía tener sentido.
Jamie Sullivan tenía leucemia…
Jamie, la dulce Jamie, se estaba muriendo…
Mi Jamie…»
Nicholas Sparks
Un paseo para recordar
Un paseo para recordar
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