«BERNARDA
¿Qué ocurre?
PONCIA
La hija de la Librada, la soltera, tuvo un hijo no se sabe con quién.
ADELA
¿Un hijo?
PONCIA
Y para ocultar su vergüenza lo mató y lo metió debajo de unas piedras; pero unos perros, con más corazón que muchas criaturas, lo sacaron y, como llevados por la mano de Dios, lo han puesto en el tranco de su puerta. Ahora la quieren matar. La traen arrastrando por la calle abajo, y por las trochas y los terrenos del olivar vienen los hombres corriendo, dando unas voces que estremecen los campos.
BERNARDA
Sí, que vengan todos con varas de olivo y mangos de azadones, que vengan todos para matarla.
ADELA
¡No, no, para matarla no!
MARTIRIO
Sí, y vamos a salir también nosotras.
BERNARDA
Y que pague la que pisotea su decencia.
(Fuera
se oye un grito de mujer y un gran rumor.)
ADELA
¡Que la dejen escapar! ¡No salgáis vosotras!
MARTIRIO (Mirando
a ADELA.)
¡Que pague lo que debe!
BERNARDA (Bajo
el arco.)
¡Acabar con ella antes que lleguen los guardias!
¡Carbón ardiendo en el sitio de su pecado!
ADELA (Cogiéndose
el vientre.)
¡No! ¡No!
BERNARDA
¡Matadla! ¡Matadla!»
Federico García Lorca
La casa de Bernarda Alba
¿Qué ocurre?
La hija de la Librada, la soltera, tuvo un hijo no se sabe con quién.
¿Un hijo?
Y para ocultar su vergüenza lo mató y lo metió debajo de unas piedras; pero unos perros, con más corazón que muchas criaturas, lo sacaron y, como llevados por la mano de Dios, lo han puesto en el tranco de su puerta. Ahora la quieren matar. La traen arrastrando por la calle abajo, y por las trochas y los terrenos del olivar vienen los hombres corriendo, dando unas voces que estremecen los campos.
Sí, que vengan todos con varas de olivo y mangos de azadones, que vengan todos para matarla.
¡No, no, para matarla no!
Sí, y vamos a salir también nosotras.
Y que pague la que pisotea su decencia.
¡Que la dejen escapar! ¡No salgáis vosotras!
¡Matadla! ¡Matadla!»
La casa de Bernarda Alba
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