«—Yo le creo a usted
—me dijo Estraven, el extranjero, el extraño que estaba a solas conmigo; y yo
había estado tan absorto en mis preocupaciones que alcé sorprendido los ojos—.
Temo que Argaven también le crea. Pero no confía en usted. En parte porque ya
no confía en mí. He cometido errores, me mostré descuidado. Ni siquiera puedo
pedirle a usted que me tenga confianza, pues lo he puesto en peligro. Olvidé lo
que es un rey, olvidé que el rey se siente karhíder, olvidé el patriotismo, y
que el rey es por necesidad el perfecto patriota. Permítame una pregunta, señor
Ai: ¿sabe usted, por propia experiencia, lo que es el patriotismo?
—No —dije, sacudido por la fuerza de esa intensa personalidad que ahora se volcaba enteramente sobre mí—. No me parece. Si por patriotismo no entiende usted el amor al sitio natal, pues eso sí lo conozco.
—No, no hablo del amor cuando me refiero al patriotismo, hablo del miedo. El miedo del otro. Y las expresiones de ese miedo son políticas, no poéticas: odio, rivalidad, agresión. Crece en nosotros, ese miedo crece en nosotros año a año. Nuestro camino nos llevó demasiado lejos. Y usted, que procede de un mundo donde las naciones desaparecieron hace siglos, que apenas entiende de qué hablo, que nos ha mostrado el nuevo camino… —Estraven hizo una pausa y luego continuó diciendo, dueño otra vez de sí mismo, tranquilo y cortés—: Es ese miedo lo que ahora me impide apoyarlo a usted en la corte. Pero no miedo por mí, señor Ai. No estoy actuando patrióticamente. Al fin y al cabo, también hay otras naciones en Gueden.»
Ursula K. Le Guin
La mano izquierda de la oscuridad
—No —dije, sacudido por la fuerza de esa intensa personalidad que ahora se volcaba enteramente sobre mí—. No me parece. Si por patriotismo no entiende usted el amor al sitio natal, pues eso sí lo conozco.
—No, no hablo del amor cuando me refiero al patriotismo, hablo del miedo. El miedo del otro. Y las expresiones de ese miedo son políticas, no poéticas: odio, rivalidad, agresión. Crece en nosotros, ese miedo crece en nosotros año a año. Nuestro camino nos llevó demasiado lejos. Y usted, que procede de un mundo donde las naciones desaparecieron hace siglos, que apenas entiende de qué hablo, que nos ha mostrado el nuevo camino… —Estraven hizo una pausa y luego continuó diciendo, dueño otra vez de sí mismo, tranquilo y cortés—: Es ese miedo lo que ahora me impide apoyarlo a usted en la corte. Pero no miedo por mí, señor Ai. No estoy actuando patrióticamente. Al fin y al cabo, también hay otras naciones en Gueden.»
La mano izquierda de la oscuridad
No hay comentarios:
Publicar un comentario