«Cuando Ermitas se fue a
acostar, notó un sacudido movimiento en el bulto infantil guarecido en la cama.
Apagó la luz. Y de pronto estalló la tormenta; dos bracitos se agarraron a su
cuello, y un salvaje desordenado corazón golpeó contra el suyo. Marcela
sollozaba.
―¿Te soy muy fea, Ermitas? ¿Te
soy tan fea que todas me tengan lástima?
―Pero no, Celiña ―susurraba la desdentada boca de la vieja―. Acuérdate que don Mariano dijera que tenías guapos ojos. Y yo te encuentro más preciosa que todas.
―No es verdad.
―Júrolo por la Santiña, Marcela, y no te juro en falso, que es pecado.»
Elena Quiroga
Viento del Norte
―Pero no, Celiña ―susurraba la desdentada boca de la vieja―. Acuérdate que don Mariano dijera que tenías guapos ojos. Y yo te encuentro más preciosa que todas.
―No es verdad.
―Júrolo por la Santiña, Marcela, y no te juro en falso, que es pecado.»
Viento del Norte
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