«En una escapada a través de
los Alpes, los dos italianos acababan de eliminar a todos los rivales ―Kübler,
Robic, Ockers, Geminiani― y se jugaban entre ellos la victoria final del Tour.
Bartali, sofocado y jadeante, resistía a duras penas el ritmo de Coppi. Antes
de llegar a la Casse Déserte, Il
Campionissimo aceleró la marcha para quedarse solo, y entonces escuchó la
súplica de Bartali.
―Fausto, espérame, por favor.
Coppi giró la cabeza con
sorpresa.
―Tú mañana ganarás la etapa y
te pondrás de amarillo ―le dijo Bartali―. En los próximos años conseguirás
muchos más Tours. Yo hoy cumplo 35 años y ya no volveré a ganar nada: déjame
esta etapa, Fausto.
Coppi aflojó la marcha. Marcó
un ritmo cómodo para Bartali, cruzaron juntos la Casse Déserte, coronaron el
Izoard y bajaron a relevos hasta la mesa de Briançon, donde Gino entró primero,
recibió el maillot amarillo y le agradeció el favor a Fausto con un abrazo de
oso. A pesar de sus quejas, el viejo Bartali aún tuvo cuerda para cuatro Tours
más: ganó una etapa en 1950, terminó cuarto en la general de 1951 y 1952, y
undécimo en 1953, ya con 39 años, dieciséis años después de su primera
participación.
Al día siguiente del pacto del
Izoard, tal y como Bartali había pronosticado, Coppi se fugó de nuevo, coronó
cuatro puertos en primera posición y llegó el solitario a la meta de Aosta, en
territorio italiano, donde fue recibido con la marcha triunfal de la ópera Aida, de Verdi, con una marea de
pañuelos blancos y con el primer maillot amarillo de su vida.»
Ander Izagirre
Plomo en los bolsillos
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