«—Peter, tienes doce años. Yo tengo diez. Hay un nombre para las personas de nuestra edad. Nos llaman niños y nos tratan como a ratones.
—Pero nosotros no pensamos como
los demás niños, ¿verdad, vale? No hablamos
como los demás niños. Y sobre todo, no escribimos como los demás niños.
—Para ser una discusión que se inició con amenazas de muerte, me
parece, Peter, que nos hemos desviado del tema.
Sin embargo, Valentine descubrió que estaba entusiasmada. Escribir era
una de las cosas que Val hacía mejor que Peter. Los dos lo sabían. Incluso,
Peter lo mencionó una vez, cuando dijo que él siempre veía lo que los otros
odiaban más de sí mismos para intimidarlos, mientras que Val siempre veía lo
que los otros apreciaban más de sí mismos, para adularlos. Era una forma cínica
de decirlo, pero era verdad. Valentine podía inculcar su punto de vista a los
demás; podía convencerles de que querían lo que ella quería que quisieran.
Peter, por otro lado, sólo podía hacerles temer lo que él quería que temieran.»
Orson Scott Card
El juego de
Ender
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