«Han bastado una o dos preguntas para que Lena, sentada en el más alto escalón, con el abanico y el hatillo sobre sus rodillas, relate de nuevo su historia con la paciente y transparente recapitulación de niño que miente; y los hombres, con sus monos de trabajo, la escuchan tranquilamente, en cuclillas a su alrededor.
Luz de agosto
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