XLI
Él
vive, está despierto, es la muerte
y no
él quien ha muerto. No lloréis
por
Adonais. Tú, joven Alborada,
transforma
tu rocío en esplendor
pues
de ti no ha huido el alma que lamentas.
Y
vosotras cavernas, y vosotros bosques
¡cesad
de lamentaros! Cesad de lamentaros
flores
marchitas, fuentes, y tú, el viento,
que
cual fúnebre velo habías arrojado
tu
bufanda a la tierra abandonada,
ahora
déjala desnuda
igual
que las estrellas que sonríen
en
su desesperanza jubilosas.
P.
B. Shelley
Adonais
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