«Dos semanas antes había empezado a trabajar en mi nuevo puesto de
funcionario, y en muchos sentidos seguía siendo un novato. Sin embargo, desde
un principio me limité a hacer sólo las preguntas imprescindibles. Quería
convertirme en una persona digna de tener en cuenta tan rápido como fuera
posible.
En mi antiguo puesto estaba acostumbrado a ser de los que llevan la
voz cantante. No era jefe, ni siquiera tenía personas a mi cargo, pero sí que
de vez en cuando era capaz de reprender a los demás. No siempre era apreciado,
pues no soy el típico adulador ni de los que dicen amén a todo, pero la gente
me trataba con cierto respeto y deferencia, incluso con admiración. Tal vez una
pizca de adulación. Estaba decidido, en la medida de lo posible, a alcanzar la
misma posición en mi nuevo puesto.
En realidad, lo de ascender no fue idea mía. En mi anterior trabajo
estaba muy a gusto y me sentía cómodo con las rutinas, pero, sea como fuere, el
puesto se me había quedado pequeño y arrastraba la sensación de estar
realizando una tarea muy por debajo de mis capacidades, además de que, como ya
he dicho, no siempre coincidía con mis compañeros.»
Jonas Karlsson
La
habitación
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