«Henry
Crawford había destruido su felicidad, pero nunca debía enterarse de que lo
había hecho, pues no debía destruir también su buena reputación, su apariencia
pública y su prosperidad. Henry Crawford no debía pensar que ella lloraba en su
retiro de Mansfield por él, y que rechazaba Sotherton y Londres, la
independencia y el esplendor, por él. Necesitaba más independencia que nunca, y
jamás había sentido la falta de ésta que sufría en Mansfield con mayor
intensidad. Cada vez era menos capaz de soportar las restricciones que le
imponía su padre. La libertad que la ausencia de éste le había proporcionado se
había convertido en algo absolutamente indispensable para ella. Tenía que huir
de su padre y de Mansfield lo antes posible, y hallar consuelo en la fortuna y
la importancia social, en el bullicio mundano, para aliviar su espíritu herido.
Estaba plenamente decidida y no pensaba cambiar de intención.
Sintiéndose
así, cualquier demora, incluso la provocada por la gran cantidad de
preparativos necesarios para el enlace, podría haber sido perniciosa, pero
afortunadamente el señor Rushworth estaba casi tan impaciente como ella por que
se celebrase. Mentalmente, Maria se sentía preparada por completo; estaba
preparada para el matrimonio porque odiaba su hogar, las restricciones y tanta
tranquilidad; porque sufría tras haberse llevado una decepción amorosa y porque
despreciaba al hombre con el que se iba a casar. Lo demás podía esperar. La
elección de nuevos carruajes y nuevo mobiliario podía aguardar hasta la
primavera, cuando estuviese instalada en Londres y pudiera imponer su propio
gusto.»
Jane
Austen
Mansfield Park
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