«Kino se había maravillado muchas
veces del férreo temperamento de su sufrida, frágil mujer. Ella, que era
obediente y respetuosa y alegre y paciente, era también capaz de arquear la
espalda por los dolores del parto sin apenas un grito. Soportaba la fatiga y el
hambre incluso mejor que el mismo Kino. En la canoa era como un hombre fuerte.
Y ahora hizo una cosa aún más sorprendente.
—El médico —dijo—. Id a buscar al
médico.
La voz se corrió entre los
vecinos, apiñados en el pequeño patio, tras el seto. Y se repetían unos a
otros: “Juana quiere al médico.” Maravilloso, memorable, pedir que viniera el
médico. Conseguirlo sería notable. Él jamás venía a las cabañas. ¿Por qué habría
de hacerlo, si los ricos que vivían en las casas de piedra y argamasa del
pueblo le daban más trabajo del que podía hacer?»
John Steinbeck
La perla
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