«Eran los que preferían echar una partida
en la máquina del millón a presentar una solicitud en una agencia de
colocación. Por encima de las cunetas por las que fluía una vida oscura y
autónoma o por callejones de gatos y cubos de basura demasiado estrechos para
que pasara un Chrysler, se escondían en esa sucia tierra de nadie que se
extiende al otro lado de las promesas de los carteles publicitarios, eludiendo
la competencia por la fortuna y la fama. Se llamaban a sí mismos “Cazatalentos
desempleado” y “Cocinero a tiempo parcial”, “Esteticista por horas” y
“Solterona empedernida”, “Instructor de esquí acuático” y “Profesora de baile”.
Y paseaban tranquilamente por sus pesadillas a tiempo parcial hasta que los
despertaba una supuesta luz del día no menos espantosa que sus sueños. Sus
nombres eran los de ciertas nociones melancólicas y raramente se concedían un
descanso.
Sus delitos eran la enfermedad, la
ociosidad, el exceso de confianza, el aburrimiento y la mala suerte. Eran los
que no habían sabido tender cables a los tribunales, las fiscalías o la
policía. Una diminuta piedra en su camino bastaba para que tropezaran y cuando
caían, caían hasta el fondo.
Caían hasta el fondo y no volvían a
levantarse. Si la vida es algo fácil si se encara pasito a pasito, ellos se
empeñaban en apurarla a grandes saltos. Siempre se topaban con alguien llamado
Doc con el que jugar a cartas. Se desviaban de su camino para comer en un local
llamado Mamá. Sólo dormían con mujeres que tenían problemas más graves que los
suyos. Tanto en la cárcel como afuera, siempre estaban comiéndose un marrón
ajeno, declarándose culpables de los delitos de otro, cumpliendo su condena. No
tenían ningún cable tendido con nada.
Amantes, sátiros, pirados en fuga, los
burlados, los mutilados, los atormentados, los caídos sin remedio y los
pícaros. Todos aquellos a los que nadie echaba un cable, y por los que nadie
rezaba.
Aquellos a los que el abogado de oficio
defiende diciendo:
-Su señoría, este hombre ya ha tenido su
oportunidad, usted decide.»
Nelson Algren
Un
paseo por el lado salvaje
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