«—Los caballeros de la Guardia
Real tienen prohibido casarse, tener hijos y poseer tierras; eso lo sabes tan
bien como yo. El día en que Jaime vistió esa capa blanca renunció a sus
derechos sobre Roca Casterly, pero no lo has reconocido nunca. El tiempo ha
pasado. Quiero que, en presencia del reino, proclames que soy tu hijo y tu
heredero legítimo.
Los ojos de Lord Tywin eran de un
verde claro con puntitos dorados, tan luminosos como implacables.
—Roca
Casterly —declaró con una voz llana, fría y apagada. Y añadió—: Nunca.
La palabra quedó colgando entre
ambos, enorme, hiriente, emponzoñada…
“Sabía la
respuesta antes de pedirlo —pensó Tyrion—. Han pasado dieciocho años desde que Jaime se unió a la Guardia Real, pero
no he mencionado nunca el tema. Debí haberlo sabido. Debí haberlo sabido desde
siempre.”
—¿Por qué? —se obligó a
preguntar, aunque sabía que se arrepentiría.
—¿Aún lo
preguntas? ¿Tú, que mataste a tu madre para
venir al mundo? Eres una criatura deforme, taimada, desobediente, dañina, llena
de envidia, lujuria y malos instintos. Las leyes de los hombres te dan derecho
a llevar mi nombre y lucir mis colores, ya que no puedo demostrar que no seas
mío. Para darme lecciones de humildad, los dioses me han condenado a ver cómo
te contoneas, mientras exhibes ese orgulloso león que fue blasón de mi padre, y
de su padre antes que suyo. Pero ni los dioses ni los hombres podrán obligarme
a permitir que conviertas Roca Casterly en tu lupanar.»
George R. R. Martin
Tormenta de espadas
1 comentario:
Acabo de descubrir este blog, y no puedo por menos de felicitar al creador!
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