No me aflige morir; no
he rehusado
acabar de vivir, ni he
pretendido
alargar esta muerte que
ha nacido
a un tiempo con la vida
y el cuidado.
Siento haber de dejar
deshabitado
cuerpo que amante
espíritu ha ceñido;
desierto un corazón
siempre encendido,
donde todo el amor
reinó hospedado.
Señas me da mi amor de
fuego eterno,
y de tan larga y
congojosa historia
sólo será escritor mi
llanto tierno.
Lisi, estáme diciendo
la memoria
que, pues tu gloria la
padezco infierno,
que llame, al padecer
tormentos, gloria.
Francisco de Quevedo
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