«Veamos: yo quisiera, pues,
cambiar. Pero cambiar seriamente —¿comprenden?—; cambiar completamente,
enteramente, radicalmente. Ser otro,
en síntesis. Ser otro que no tuviese ninguna relación conmigo, que no tuviera
el mínimo punto de contacto, que ni siquiera me conociese, que nunca me hubiera
conocido.
¡Los cambios y renovaciones
insustanciales los conozco desde hace tanto! Se trata de plumerazos, de
mudanzas, de encaladuras. Se cambia el papel de Francia pero la habitación es
siempre la misma; se cambia el color del sobretodo pero el cuerpo que recubre
es el mismo; se cambian de lugar los muebles, se cuelga con pequeños clavos un
nuevo cuadro, se agrega un estante de libros, un sillón más cómodo, una mesa
más ancha, pero el cuarto es el mismo; siempre, siempre, inexorablemente,
implacablemente el mismo. Tiene el mismo aspecto, la misma fisonomía, el mismo clima espiritual. Se muda la fachada y
la casa, adentro, tiene las mismas escaleras y las mismas habitaciones; se
cambia la cubierta, se reemplaza el título, se modifican los adornos del
frontispicio, los caracteres del texto, las iniciales de los capítulos, pero el
libros cuenta siempre la misma historia —siempre, siempre, inexorable,
implacablemente la misma, viaje, fastidiosa, lamentable historia.
Estoy cansado ya de esta clase de
cambios y renovaciones. ¡Cuántas veces yo mismo he cepillado mi pobre alma!
¡Cuántas veces le he dado un nuevo barniz a mi cerebro! ¡Cuántas he vuelto a
poner orden en la confusión de mi corazón! Me hice trajes nuevos, viajé por
nuevos países, viví en ciudades nuevas pero siempre sentí, en lo más profundo
de mí mismo, algo que permanece, que siempre permanece, que soy yo, siempre yo
mismo, que cambia de rostro, de voz, de andar, pero que permanece eternamente
como un guardián incansable e inflexible. A su alrededor las cosas desaparecen
pero él no guarda recuerdo de ellas; en torno suyo las cosas aparecen y él no
retrocede… Ahora estoy cansado de vivir conmigo mismo, siempre. Hace
veinticuatro años que vivo en compañía de mí mismo. Ya basta: estoy
definitivamente hastiado.»
Giovanni Papini
No quiero más ser el que soy
No hay comentarios:
Publicar un comentario