«Intentó
decir algo más. En alguna parte de su conciencia confusa le roía el pensamiento
de que había hecho algo imperdonable y peligroso. De la misma manera que cuando
había conducido borracho después de la cita con Mona.
Se
marchó y oyó que la puerta se cerraba tras él.
“Tengo
que dejar de beber alcohol”, pensó con rabia. “No lo controlo”.
Abajo en
la calle inspiró el aire frío.
“Cómo se
puede uno comportar de forma tan estúpida, joder”, pensó. “Como un adolescente
borracho, que nada sabe sobre sí mismo, ni sobre las mujeres ni sobre el
mundo.”
Se fue caminando
a su casa de la calle Mariagatan.
Al día
siguiente comenzaría de nuevo la caza de los asesinos de Lenarp.»
Henning
Mankell
Asesinos sin rostro
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